…cuando me disponía a abrir mi libro de lectura del mes de Octubre alguien me dio un bastonazo en la cabeza preguntándome si el asiento de al lado estaba libre y después de un leve lapsus le respondí que sí y allí se sentó. Entonces cerré el libro y miré al frente. De repente me dio la sensación de que todo el autobús olía a selva africana.
.Mi compañera de viaje se había quedado pensando en quién sabe qué y sentí curiosidad por saber si venía de “hacerle el amor” a un desconocido al que yo jamás conocería, o de ver matar a alguien que yo no habría visto nunca, o de comer cacahuetes con el amigo de quién tan poquito sé… mmm ¡Quién sabe! quizás alguna vez me lo haya cruzado… entonces le pregunté ¿A dónde vas? pero no me oyó, ¿Iría a un entierro?¿A ver a su novio? ¿A una orgía?… “Perdona ¿Tienes hora?” abrió su reloj y tanteó las agujas con los dedos “las doce y media”, “gracias”.
.Tenía un perro negro precioso, pero yo no llegaba a acariciarlo. Y yo me preguntaba si la chica estaría dispuesta a darme un beso en la boca porque sí… le soplé despacito dos veces al oído, entonces “me miró” y se quedó quieta a tres centímetros de mí cara, fija en ella. Yo no me moví, ella no se movió, ninguna gesticuló en un breve espacio de tiempo y en medio de esta quietud me plantó un sonoro beso, se levantó y se bajó del bus, el cual contunió con su trayecto. En la radio emitían “No dejes que se vaya” y un perro negro ladraba en la calle; entonces abrí mi libro de lectura del mes de Octubre…