El que se llamaba Sabio se sentó en un mojón del cuadrilátero de la vida; allí donde los golpes se esquivan a través de la sensación de no pertenecer a nada de lo existente en el perímetro de todo lo perceptible. Y se quedó durmiendo el que se llamaba Sabio para entender un poco con la conciencia del Sueño. Y el que se llamaba Sabio sólo pudo distinguir una especie de caos en que todo se diluía a través de miles de caminos que zigzagueaban sin hallar consuelo a su búsqueda. El que se llamaba Sabio despertó tan cansado que ya no deseó seguir intentando interpretar la Vida y se llenó de Silencio.
Un comentario sobre “El que se llamaba Sabio.”
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Así es, como interpretar este caos universal, no hay sabiduria para digerir tanto dolor, luchas tanto, y al final siempre ganan los mismos. De verdad amigo, yo abandono, no me quedan más fuerzas. Tanta implicación te desgasta, estoy como el cuadro del El grito, igual.
Un beso muy fuerte Diesel.