Viajamos siempre hacia el límite de nuestras conciencias, allí donde los sentimientos nos hacen edificar hogares para cada uno de nuestros corazones humanos. Lo importante es que en ese momento en que hemos construído algo sólido en nuestras vidas no nos quedemos indiferentes ante el sufrimiento propio o ajeno. Nos debemos al hecho inmaterial de hacernos personas y eso sólo lo logramos cuando, en medio de los padecimientos, calibramos la calidez de las almas incluida la nuestra misma. Entonces, y sólo entonces, es cuando podemos decir que estamos viviendo para algo más que el simple hecho intrascendente de nacer, crecer y morir. Entonces, y sólo enotnces, es cuando podemo decir que hemos servido para algo sintomático en nuestras vidas. Abracemos, pues, el hecho de ser perpetuamente personas.