No, el tiempo no es la ruina de las esperanzas, no es como aquello que nunca pudiste alcanzar. No, no son las memorias actos de la imaginación, sino los sueños de ayer que bajo tus sabanas acariciaste en la sombra de la noche. No son días vacíos, aquellos en los que dije tu nombre.
No, no soy mujer triste, ni lloro por llorar, ni por llenar los ríos de tu despegar en este cielo cautivo.
El viento sopla en nuestra dirección, y al vernos, nos mira y desaparece en un susurro al oído de bellezas de ayer y hoy.
Y los cristales suenan ante el galope de los caballos blancos y negros del querer, y brindan las deidades de las flores bajo el latir de las amapolas.
Ayer el tiempo fue apagado y sombrío, y el dolor de mi se burlaba por los rincones. Las risas chillonas se oían hasta en las tardes marrones y verdes de la estación, y el tren jamás llegaba.
Ayer, las voces me preguntaban por el valor y por el miedo, me asustaba en su ausencia, y mi boca callaba ahogada por el vendaval de la soledad.
Hoy, vuelven castillos de arena junto a orillas calmadas, vuelven los cantares de los coros dulces y de las hadas imaginarias. Quizás hoy junto a ti…vuelva a ser yo. Quizás aprendí que los caminos cuando son en vano, se borran y desaparecen.
Hoy…sigo siendo niña, sigo siendo la dulce y callada niña que te mira mientras duermes y sueña en baja voz.