Vinicio, el gilipollas

Era claro que no tenía la culpa ninguno de sus progenitores, pero Vinicio nació gilipollas. Ningún problema genético tenía el niño y, sin embargo, ya desde muy pequeño presentaba tendencias hacia los quehaceres ridículos y las ansias de llegar a ser Príncipe de Las Damas o, al menos, Conde de Las Chicas. Y asi discurrió su pubertad. Y llegó la juventud. Y el gilipollas de Vinicio siguió pensando en ser Príncipe de Las Damas o, al menos, Conde de Las Chicas.


Pasó el tiempo. Vinicio no corregía su desmadrado pensamiento. Pasó el tiempo…

Hasta que un buen día, Vinicio pensó que era ya mucho el tiempo que llevaba haciendo el ridículo tanto con las damas como con las chicas. Sentó cabeza, por fin, el “talludito” Vinicio y se enamoró de una mujer normal que, sin ser Princesa de ningún Reino ni Condesa de ningún Castillo al menos le dio la paz a su espíritu y le hizo sosegar el ánima.

Hoy, Vinicio dejó de ser gilipollas. Meditó sobre sus absurdos empeños y la mente le dialogó:

– Ves, Vinicio?.
– Veo, mente.
– ¿Pero ves con claridad?.
– Veo claramente.

Y devolvió Vinicio todos los papeles robados porque comprendió que las Princesas y las Condesas pertenecían a otros cuentos ajenos al suyo. A otros relatos diferentes. A otra ciencia-ficción distinta a su realidad.

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