Todos levantaron la mano, porque todos querían responder a la pregunta. Todos habían sentido alguna vez la necesidad de odiar. Alguien no quiso decir por qué. Odiar. En su pensamiento odiaba la estrechez de los injustos. Su humanidad era simple, y odiar no le suponía ser ni más ni menos humilde. Alguien le señaló con el dedo: él era odiado por los demás, sometido por el pensamiento y la burla. En su silencio odiaba sin conocer el por qué, simplemente la palabra estaba en el aire y la escucha sin querer.