Abandonada de su equilibrio, escapó toda la tarde, escondiendose de imaginarios seguidores que acechaban en las esquinas, como una verdadera paranoica, Trazó caminos secundarios y subió en todos los autobuses que viajaran al exterior. Al llegar a algún sitio, se sentaba y hacia recuento de su huida.
Despues ya no supo a donde ir, ni por qué se escapaba.
Al final llegó al centro.
En la placita, las palomas picoteaban las semillas, vigilantes, pues las gaviotas del puerto, cuando tardaban en llegar los pesqueros, las atacaban.
Pero eran palomas urbanas, conocian muy bien los lugares donde podrian comer restos de patatillas e incluso a veces se aventuraban a sobrevolar las mesas de las terrazas de la puerta del sol.
Allí, era su lugar, la placita se llamaba por eso la plaza de las palomas, y siempre estaba llena de niños y de gente mayor que les daban migas e pan.
Enfrente de esta zona de fantasticas chicas, rubias ellas, monas ellas, delagdas y tan finas ellas, que se exhiben ellas, para los exitosos ellos, para los aparentemente triunfadores ellos, tan correctos ellos, tan limpitos ellos, tan educaditos y dentro de lo “debe ser”, chicos y chicas de los niños bien de “toda la vida”, con sus coches, tan deportivos ellos, y sus motos tan veloces, ellas.
Eso sí, sin oficio conocido, ellos, pero con papás empresarios, ellos.
Debo reconocer que ahora ya no es tan así, e incluso hablan con los “intelectuales” ellos, con esos barbudos, ellos, tan aburridos, ellos. Que se complican tanto la vida, ellos. Tan criticos e incomodos, ellos.
Ahora incluso admiten a los pintores y periodistas, ellos. No como antes que los apartaban por criticos e incomodos. Por pensar demasiado y no estar conformes con nada, !que pesados ellos!.
Pues eso, enfrente de esta placita tan bonita, ella. Aunque les pese está el barrio maldito, el. El barrio de lo que hay que esconder, donde viven las mujeres de la calle, ellas. y los gitanos, ellos. Tambien el barrio de los clochard y de los que viven en cartones con su tetrabic de vino peleon.
Pero ellos no los ven a ellos, !que desagradables! ellos. No hay derecho que fastidien así la calle, ellos. Que se vayan a donde no se les vea, ellos. No queremos saber ni que existen, ellos. Que desagradables e incomodos, ellos. No hay derecho que nos estropeen el aperitivo, ellos, con el modelo tan mono que llevo yo hoy, como para que se me acerque uno a pedirme ni la hora, vamos. No hay derecho. Deberian prohibirlos, a ellos.