Mis pies se hundían en la arena blanca y ardiente de esa tarde de verano.
El río, tumultuoso y oscuro era surcado por pequeñas embarcaciones. Los jóvenes practicaban ala delta y otros deportes acuáticos.
El sol acechaba las pieles blancas, untadas de protectores solares
Las familias con sus canastas de mimbre acampaban bajo los pocos árboles.
A lo lejos, en frente, se avistaban “Las Lechiguanas” islas verdes y arboladas que invitaban a bañarse en sus playas.
Yo seguía trotando por la orilla, del lado de “tierra firme”, meciéndome como barco en la “rada”.
Mi cuerpo arremolinado por la brisa veraniega avanzaba. Finas gotas de sudor caían por mi frente, ahora corría apresurada. Iba a encontrarme contigo, para que me amaras
3 comentarios sobre “EL RIO”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Este corto relato me suena a estampa de anhelo creciente. El final se prevé pleno de concierto entre la brisa y los cuerpos. Un saludo.
Hoy vorem se “arremolina”, y yo, si es siempre para ser amada, un abrazo
Buen texto tan descriptivo que siento el calor y la brisa marina, un mundo que observamos y nos observa, un amor que nos espera.