Fracaso tramado

Imaginemos que se imponga un control de calidad del trabajo, por el cual se evalúe a todos los empleados y se decida si cobran, si se les rebaja de categoría o si se les obliga a quedarse sin vacaciones. Supongamos que esos exámenes avisados o por sorpresa son inapelables y que diariamente cada rezagado se queda horas adicionales no pagadas para concluir la tarea inacabada o, incluso, se la lleva a casa para terminarla de noche.

Imaginemos que si se determina que un asalariado ha sido un gandul, debe permanecer un año entero trabajando sin sueldo, y que es despedido si acumula valoraciones negativas, indicándose en el expediente su incompetencia. Supongamos que los operarios más improductivos son considerados unos inútiles hasta que ellos mismos asumen esa tasación. Imaginemos que toda la sociedad acepta que las inspecciones de trabajo establezcan inequívocamente y para siempre que un tercio del personal es inservible, otra mitad cumple a duras penas y sólo un sexto merece el aprecio colectivo.

¿Habría que rebelarse ante este inaceptable sistema? ¿Una situación tan despótica sería un caso de manifiesta prepotencia y abuso de autoridad? ¿Y si además esto se hiciese con menores de edad, y los hijos de los menos favorecidos estuviesen condenados casi con total seguridad y perpetuamente a ser rechazados y tildados como malos empleados -al igual que sus padres- desde sus primeras experiencias profesionales?

Pues ESTO ES EXACTAMENTE LO QUE SUCEDE con la infancia y la juventud en el sistema educativo. A un adulto, ¿que le parecería que periódicamente debiera llevar a casa un boletín de notas sobre su trabajo, para ser firmado y conocido por toda su familia, que se sentirá también parcialmente inculpada si la valoración no es positiva? Con calificaciones sobre múltiples y variadas tareas de concentración, memoria, razonamiento, idiomas, esfuerzo físico,… que poco o nada tienen que ver con las facultades e intereses del examinado, y que descarnadamente podrían indicar: Actitud, poco dispuesta. Rendimiento, muy deficiente. Observaciones, será expulsado una semana si se despista otra vez en el taller. Deberá recuperar en verano si no progresa adecuadamente, y si aún así fuese insuficiente, se recomienda que repita un año sin sueldo, hasta completar el trabajo encomendado que se corresponde con su edad. Si con todo ello tampoco mejora, deberá abandonará la empresa. Resumen del control: Esta persona es un retrasado laboral y un fracasado social. Su familia, significadamente culpable, deberá ver cómo corrige esta situación, castigándole, enviándole a clases de refuerzo y de ayuda psicológica para que vuelva a examinarse en espera de avances que permitan su reingreso.

Necesitamos modificar profundamente el sistema de evaluación escolar para que no resulte traumático para el alumnado, para que no estigmatice a las familias, y para asegurar el éxito escolar de toda la comunidad escolar. Es inadmisible y desatinado un modelo que ofrece tanto “fracaso” (al concluir la ESO, con O de Obligatoria, el 18% en Euskadi, el 28,6 % en el Estado,…). Estos datos miden bien, pero no al alumnado, sino a las insuficiencias de un sistema escolar que debe ser remodelado, reformulando su didáctica y su sistema de valoración. Quizá una real evaluación continua extensiva en todos los niveles educativos y mediante un sistema de créditos sea la prescripción idónea. Un innovador sistema activo, acorde con cada etapa escolar, analizando aspectos cognitivos, actitudinales, procedimentales, sociales,… Sin abusar de los exámenes convencionales, pero permitiendo al alumnado y a las familias una exacta visualización del progreso escolar. Sólo así apostaremos por una Escuela superadora de desigualdades y ofreceremos un camino real de rescate temprano, verosímil y cierto al alumnado con el “futuro robado”, porque de otro modo ellos y toda nuestra sociedad estaremos predestinados al desastre.

Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo (Bizkaia)
http://www.mikelagirregabiria.tk/

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