Ésta es una vieja historia con cuatro personajes llamados TOD, CUA, ALG y NAD. Viven entre nosotros y se comportan como usted, amigo lector, o como yo mismo. Es fácil describirlos: TOD es bueno y agradecido cuando se le trata bien, pero TOD también comete errores y hay que saber perdonárselos. CUA es muy variable, incluso es un insulto que te acusen de ser un CUA. Por el contrario ser ALG es un honor, pero ALG puede ser excelente o pésimo, por lo que conviene vigilarlo. NAD es perfecto y además NAD es más que NAD.
Cuando hay que trabajar, TOD está seguro que ALG lo hará. De hecho, CUA puede hacerlo, pero al final NAD lo hará. ALG se enojará porque ésa es una obligación de TOD, aunque TOD se disculpará alegando que CUA podría haberlo hecho, pero NAD se dio cuenta que TOD no lo haría. Al final TOD recriminará a ALG, cuando NAD hizo lo que CUA pudo haber cumplido.
La vida es así: Todos somos TOD, CUA y ALG, pero la mayor parte de las veces cuando hay que esforzarse nos convertimos en NAD. Por otra parte, NAD nunca tiene la culpa, porque ALG, CUA o TOD deberían responsabilizarse. El reparto es injusto: los derechos y las ventajas siempre son de TOD, pero NAD asume la faena y los deberes.
En una gran organización, o en un pequeño hogar, TOD es importante, pero luego ALG debe cumplir cada función, porque si confiamos en que CUA se haga cargo, al final sucederá lo peor: que NAD lo hará. De ahí que en un equipo, en un grupo humano con un objetivo común, como una familia o una empresa, conviene que CUA y TOD den siempre el primer paso, sin dejarlo para ALG por el riesgo de que NAD lo termine. No hace falta señalar de los nombres completos de los protagonistas son TODO EL MUNDO, CUALQUIERA, ALGUIEN y NADIE. Lo mejor de este cuento es la moraleja de que “cuando TOD es ALG y no un CUA, entonces NAD es NAD”.
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo (Bizkaia)
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