¿Te has fijado? Y el muchacho sonreía con cara de susto. El viejo señalaba una papelera y su dedo negro le indicaba que mirara. El muchacho ponía cara de asco. La papelera era un submundo, el relato de un deshecho, la herencia irónica de los obesos. El viejo hablaba de tesoros escondidos, de paquetes enteros de pañuelos de papel y hasta de carteras robadas con algún euro olvidado. ¿Te has fijado? Y el muchacho sonrería casi haciendo burla. Aquel viejo loco no valía nada, era un sin historia que meaba en la calle; casi una baldosa antigua y desgastada. El viejo miraba hacia el fin del mundo y el muchacho reía desde su impotencia. Una papelera era madre de un tesoro, de pañuelos de papel y cáscaras de plátano. La vida estaba escrita en su camiseta. El viejo era viejo, sin mayor historia. Se quedaron solos en mitad de la calle, en el lugar exacto donde nadie nace.
Un comentario sobre “Un tesoro en la papelera”
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Tu texto me habla de la distancia y la cercanía de las diferentes realidades, de cómo se valoran con diferentes baremos, de cómo somos educados, de la riqueza de las cosas simples, de que al final, todos estamos ahí, todos somos humanos. Genial! un abrazo