Ciudades que algunos se inventan,
como grandes maquetas de papel reciclado.
Alcaldes orgullosos de ser coronados
como reyes sin corona de sus ciudades.
Las calles tienen nombres y hasta apellidos,
y los barrios se agotan sin papeleras,
pero la luna sale para cualquiera
aunque reinen alcaldes de cafetera.
Madrid es museo llenos de arbolitos,
donde grandes marquesas llevan perritos,
perritos con los pelos almidonados,
para ladrar agudo como castrados.
Luego vienen las gentes llenas de miedo
y aplauden las vanguardias del traicionero.
La tele está orgullosa de ser la virgen
que se aparece a todos en sus narices.
Y así sigue cantando el tío de la esquina
con la barriga llena de parafina,
que le da igual y le es lo mismo,
que hoy sea un lunes o un domingo.