No soy el abadejo
salado de tu mar,
salido a orillas
en tu buscar.
Ni tu bella premisa
de devotas liturgias,
de tu pasión banal.
No es razón añadida
su fuente de sabiduría
bajando en manantial.
No soy candelada
furiosa en tierras,
vírgenes de su costal.
Ni tu abadesa
de su incipiente
locura, traída
por las rutas
del callar.