Mil estrellas en los cielos, los demonios en la tierra. Almas unidas en el mar, el fuego o la piedra. Armas benditas y sagradas que rompen yelmos y armaduras. Soles radiantes que cubren los suelos con sus radiantes rayos, a los guerreros que con vida perduran. Una figura solitaria, siempre errante. Siempre sólo el viajante, nunca acompañado. Tal es el destino del peregrino forzado. Nunca sonreirá ni su rostro altera, pues sólo a sí mismo su mente despierta. El frío hielo cubre su alma, explosiones de fuego pugnan por esto ya no suceda. Una gran grieta en el hielo muestra que ni el frío eterno lo detiene… Y mi mente alocada que la realidad desmiente…