Alberto Contador, el ciclista madrileño nacido en Pinto y con abuelos de Extremadura, es, al día de hoy, el último de los grandes héroes deportivos de España (y ya son muchas decenas de grandes héroes deportivos que ha dado y sigue dando la patria hispana) y ahora todos los medios de comunicación social, a nivel mundial, dan a conocer pelos y señales tanto de su vida profesional como personal y familiar; la vida y las gestas de este excelente ciclista que, a sus 24 años de edad, se presenta como una de las grandes promesas de futuro mito legendario de este deporte. Pero no es de Alberto Contador de quien quiero hablar en esta larga reflexión…
Hay deportes individuales (como el tenis y el golf por ejemplo) y deportes de equipo (por ejemplo el fútbol y el baloncesto) pero hay también deportes mixtos donde se unen ambas cosas: la individualidad de un gran genio y la capacidad de un gran bloque o grupo. Uno de estos deportes, el más significativo en esta labor mixta, es el ciclismo.
Pues bien, en el ciclismo hay un vocablo que a mí me parece realmente encantador aunque algunos lo han querido eliminar de su vocabulario. Esta palabra es la de “gregario”. ¿Qué es un “gregario” en el argot ciclista?.
Empecemos por decir que el Diccionario de la Lengua Española recoge 4 definiciones distintas para esta palabra. Primero, refiriéndose a animales, se dice de los que viven en rebaño o manada. Segundo, refiriéndose a personas, es la que vive compañía de otras sin ninguna clase de distinción (como el soldado raso). Tercero, también referido a personas, se dice de la que, junto con otros, sigue ciegamente las ideas o iniciativas ajenas. Y en cuarto lugar, refiriéndose al deporte del ciclismo, se llama gregario al corredor encargado de ayudar al jefe del equipo o a otro ciclista de categoría superior a la de él.
En ciclismo, el término gregario se aplica a los corredores que ayudan a conseguir la victoria de un jefe de filas y en su abnegada labor cabe de todo: desde llevar la comida y la bebida a su líder hasta colocarse delante de él para evitarle el rozamiento del aire y las molestias del viento, pasando por tareas cómo animarle continuamente, acompañarle en sus horas de ocio, prestarle ayuda psicológica o ayudarle, dentro de la carrera, a dar caza al pelotón cuando se queda rezagado…
Entre el líder que aspira a la victoria final y su inseparable escudero (el gregario que está siempre dispuesto a darlo todo y sacrificarse por él) debe haber siempre una gran amistad y una gran complicidad de compañeros. El madrileño Alberto Contador ha sido un justo vencedor del Tour de Francia en este año 2007. Primero por sus pripios méritos puesto que ha demostrado ser el mejor de la prueba. Segundo gracias a los dopajes del ruso Vinokourov (que le resultó tan mal) y del danés Rasmussen (que le resultó peor). Y tercero, por sobre todas las demás circunstancias, gracias al generoso esfuerzo y sacrificio integral del asturiano Benjamín Noval González (nacido en Mieres en 1979). Pues bien, esta reflexión va dedicada como homenaje a Benjamín Noval González.
Para mí, repito, la palabra gregario es la más hermosa del diccionario ciclista porque define a un deportista siempre humilde, digno, sufridor, dispuesto a servir y anteponer los intereses de su jefe a los suyos propios. El gregario forma parte íntima de ese “batallón de sombras” del pelotón, del que no suelen hablar las crónicas deportivas salvo en muy contadas ocasiones y de los que nunca salen en las primeras portadas de la prensa (dstinadas solo a los grandes héroes vencedores). Pero los gregarios resultan ser clave esencial en las grandes hazañas de esos héroes llamados a pasar a formar parte de la Gran Historia del Ciclismo Mundial. El gregario es parte intrínseca de esa historia siempre oculta a los ojos de los fans pero esencial porque se llama compañerismo, porque es de un valor humano incalculable y porque es propia de la grandeza deportiva.
El gregario siempre es íntimo amigo del jefe de filas pero está allí donde no hay aplausos, ni trofeos, ni ramos de flores ni besos de las bellas azafatas en el podium de cada etapa de la vuelta… ni tampoco es agobiado ni acosado por los seguidores del ciclismo en busca de los autógrafos y las fotografías de los famosos héroes. Por eso la misión callada y solitaria del gregario, en el ciclismo, es la más sublime de un deportista, la que entra de lleno en el corazón de los buenos aficionados, aquellos que saben reconocer la importancia que tienen los gregarios en este deporte.
Las gestas de los grandes héroes no serían tales sin la inestimable ayuda desinteresada de los gregarios. Una ayuda impagable, abnegada y sufrida, cuyo único premio es el polvo de las carreteras y el agradecimiento final de los jefes de fila que suelen reconocerlos como vitales en sus triunfos finales. Los gregarios no reciben trofeos, ni flores, ni medallas ni besos de las bellas azafatas, pero reciben el cariño, el agradecimiento y la consideración de quienes saben de sus sacrificios y fatigas en aras del triunfo de su jefe de filas.
Toda gesta y epopeya que queda en las portadas de la prensa para la posteridad son, en gran parte, debidas a la labor de estos casi anónimos deportistas que han sido elegidos, por sus peculiares virtudes humanas, como víctimas sacrificatorias para el bien del héroe individual y del equipo en general.
Repasando las hemerotecas se encuentra un artículo escrito por el periodista Antonio Valluger, en el lejano 1975, en el diario Dicen, sobre un gran gregario de la época de Bahamontes. Su nombre era el de Juan Campillo. Todos los aficionados al ciclismo saben quien fue Bahamontes. Nadie, salvo unos poquísimos muy selectos seguidores del ciclismo de todos los tiempos, saben quien fue Juan Campillo. Todos saben que Federico Martín Bahamontes ganó el Tour de Francia en 1959 (el primer ciclista español que lo consiguió) y quedó segundo en 1963. Pero porquísima gente sabe que uno de los factores fundamentales de los triunfos de Bahamontes fueron las ayudas abnegadas que recibía de Campillo, Y que por eso Bahamontes nunca corría una gran vuelta si no iba en el equipo el citado Juan Campillo, Era su verdadero y fiel escudero que llegaba hasta pasar sed regalando su bidón de agua para que el llamado Águila de Toledo se refrescara hasta la última gota antes de subir el Tourmalet y dejar clavados a sus rivales, mientras él, el humilde Juan sufría y sufría hasta llegar a la meta para, al día sugiente, volver a ponerse al servicio incondicional del héroe toledano. Y así hasta el final de la prueba… y una y otra y otra vez.
Lo mismo ha sucedido est año con Alberto Contador y Benjamín Noval. Este asturiano de Mieres ha sido el fiel escudero, gregario y compañero del gran campeón madrileño de Pinto. El asturiano ya lo dijo antes de comenzar el Tour 2007: “Hay en mi equipo varios gallos que serán los jefes. A mí ya sé lo que me toca: ¡trabajar!”.
Benjamín Noval González sufrió un gravísimo accidente en la 6ª etapa de este Tour 2007 al estrellarse contra un coche de un equipo rival. Pero sangrando, con puntos de sutura en la barbilla, dedos, muñecas y antebrazos, no abandonó y estuvo siempre al pie del cañón ayudando en todo momento a Alberto Contador hasta el final en París.
Benjamín ha sido quien ha llevado la comida y la bebida a Alberto, quien le ha ayudado a superar las siempre cansadas etapas llanas tapándole del viento, quien ha impedido los ataques inesperados de los rivales, quien le ha ayudado psicológicamente a superar malos momentos con su ánimo constante, quien le ha acompañado en las habitaciones de los hoteles franceses, quien ha hablado con Alberto de cosas de la vida para relajarle de la tensión: de la caza (que a ambos les entusiasma), de la familia, el amor por la naturaleza… y de los pájaros. ¡ambos han llenado las habitaciones de los hoteles franceses de miles de pájaros imaginarios en este mes de julio de 2007!.
Alberto Contador, el vencedor del Tour, ha tardado en recorrer todo el periplo francés un total de 91 horas y 26 segundos exactos. Segundo quedó el australiano Cadel Evans a tan sólo 23 segundos de distancia. Y el tercero en el podium ha sido el norteamericano Levi Leipheimer a 31 segundos de Alberto. ¿Y qué fue del gregario Benjamín Noval?. ¿Llegó también al final del Tour?. Si. Noval llegó también a la meta final de París. De un total de 141 ciclistas que terminaron la vuelta (la habían comenzado más de 200 en Londres), Benjamín Noval ha quedado en el lugar número 115, a la enorme distancia de 3 horas 24 minutos y 13 segundos de su jefe de filas y vencedor final Alberto Contador. Además, de los 33 espàñoles que han terminado el Tour (13 de ellos entre los 23 primeros) el último ha sido Benjamín.
No importa. Lo enormemente destacable de este gregario asturiano ha sido su extraordinaria lección de entrega sin igual por la causa de su líder y su equipo (por equipos su club el Discovery Channel ha quedado el primero).
El periodista Antonio Valluga calificó, en 1975, a Juan Campillo como “todo un deportista” y, sobre todo, “todo un hombre”. Yo ahora, en julio de 2007, declaro lo mismo de Benjamín Noval González. Y si la vida me da la ocasión de seguir durante muchos años más en esta Tierra hasta llegar a ser abuelo, me gustaría un día sentar en mis rodillas a mis nietos y contarle una historia; una historia que comenzase por “Hubo una vez un gregario…”.
Es curioso que, fuera del ámbito del ciclismo, el calificar a alguien de “gregario” tenga un sentido peyorativo. Es curioso ver como han ido evolucionando las palabras.
Ahora, salvo unos cuantos, casi todos el mundo utiliza las palabras a voleo y no están interesados en sus diferentes acepciones. Qué pena.
Me he alegrado mucho por Contador, la verdad. Y por tí, que pareces muy aficionado al ciclismo.
Si, Carlota, me gustan mucho los deportes entre otras muchas cosas de esta vida. Y me encanta el ciclismo. Yo me alegro también por Contador pero especialmente por Benjamín Noval y su hombría de bien. Es cierto lo que dices que hoy mucha gente usa las palabras descargándolas de sentido porque desconocen sus verdaderos contenidos. Bueno. Hay que aceptarlo. Vorem es una extraordinaria alternativa a esas carencias porque aquí hay una expresión real y significativa en todos nosotros y nosotras. Un abrazo, Carlota, y gracias por todo.