Él sabía que ella lo sabía. Había hecho el amor con otras mujeres en el pasado, pero ésta que gozaba ahora, con el cuerpo fríamente desnudo bajo su corpulenta anatomía, no buscaba su boca. Era él quien buscaba la de ella mientras sus manos acariciaban las frescas nalgas de una mujer que tenía sólo 20 años de edad aunque mentía diciendo tener 30… porque a ella le gustaba aparentar ser treintañera para sentirse más madura ante los hombres que, como él, ya habían rebasado los 50.
Cada vez que él tocaba una parte del cuerpo de ella, su memoria le hacía retroceder hasta la nostálgica experiencia de otros sexos salvajes, como si ésta última vez de ahora le hiciese volver al paraíso soñado.
Ella dijo llamarse Alicia y que guiaba a los hombres al País de las Maravillas cuando abría sus muslos y se dejaba penetrar lentamente por el sexo. Él dijo llamarse Lucio pero ella no se lo creyó en un principio, hasta que vio su documento de identidad. Era cierto. Se llamaba Lucio. Él no estaba mintiendo.
-Es gracioso. Lucio es un nombre tan acuoso… y sin embargo tú eres un hombre tan de tierra…
Y muy viejo para ti –pensó Lucio que ya tenía 56- cuando descubrió que ella sólo tenía 20.
-¿Por qué me dijiste que tenías 30? – le recriminó después de haber tenido el orgasmo final.
Ella no le contestó. Ni tan siquiera quiso decirle que, en realidad, no se llamaba Alicia sino Soledad. Y cuando volvió a ponerse las braguitas en su sitio comenzó a conversar mientras le encendía un cigarrillo y se lo ponía en la boca.
-Verás, Lucio… en la cama lo único que importa es sentirse a gusto. Algo así como estar voluptuosamente nadando entre el oleaje de una tempestad.
-¿Y qué sientes cuando haces el amor con un hombre extraño como yo?.
-Una desposesión completa.
-¿Querrás decir una completa posesión?.
-No. Una desposesión completa. Me siento liberada de todo compromiso con el mundo.
Después él volvió otras tardes a gozar con la falsa Alicia que en verdad se llamaba Soledad. Hasta que una tarde ya no volvió más. Y Soledad, que siempre mantenía muy en alto su dignidad en las necesarias ceremonias del desamor, encendió otro cigarrillo y se quedó desposeída de recuerdos.
Filosófica esta Alicia que se llama Soledad. En erótico viaje al otro lado del espejo, le queda perfecto decir “Me siento liberada de todo compromiso con el mundo”. Supongo que faltos de compromiso, no le podía reprochar que no volviera, pero que pena, ¿no?