Las calles mojadas de la gran ciudad a media tarde con espacio para los puestos de golosinas baratas y cigarros sueltos para fumadores tímidos, parecían pequeños refugios contra la delicada lluvia, las filas interminables de automóviles furiosos, sometidos por un alto imponente atormentado por que a cada segundo se acortaba su existencia, llegamos a la otra orilla cuando el rojo comenzaba a agonizar.
Ella caminaba casi tan deprisa como yo. Nos dirigíamos a un lugar que carecía de encanto y limpieza pero que a cambio poseía una rara belleza acompañada de un toque divino, acorralados en los arboles o derramados en el pasto las parejas saciaban sus distancias en momentos de un efímero amor, a lo largo del camino las palabras fueron escazas por seguridad o para después (no me atreví a preguntar), la lluvia se iba desvaneciendo dejando impregnado un olor a tierra mojada,
era fácil observar como las hierbas mas simples adquirían un soplo de dignidad y un atractivo singular, por el laberinto de asfalto recorrían sus pasadizos, vidas misteriosas y pensamientos ocultos a las percepción, con el único fin de llegar a su destino por irreparable que este fuera, un cigarrillo pasaba de una a otra mano mientras el humo que despedía trataba de adueñarse del universo que le fuera posible… Solo hasta que estuviste delante mío pude darme cuenta que de todas las mujeres que había conocido eras la única que sabia caminar…Llegamos al parque.
Una vez sentados en las ruinas de una banca hecha de roca, rodeados por arboles de distintos tamaños y maleza de cualquier tipo, comenzamos a platicar acera de nuestras vidas… de todo lo que habíamos enfrentado para llegar a ese momento.
…Sentados, alejados de los niños que experimentaban emociones de un mundial inexistente o quienes construían trincheras bajo las resbalad illas tratando de alcanzar la victoria de una guerra sin sentido, se apreciaba como el mundo comenzaba a expandirse, mientras hablabas disfrutaba mirar cada parte de ti, el sol comenzaba a filtrarse por un cielo nublado, iluminando de un tono dorado la explanada adornada con rocas de rio que, dibujaban un sendero hacia las bancas viejas pintadas de un verde hoja con tendencia a lo triste. Reservadas de tiempo atrás, ya que era curioso mirar que alguna estuviera vacía, hombres, que en ese espacio olvidaban por instantes lo difícil que era respirar y ancianos que sonreían con la mirada distante, dejando marcas de alguna especie de recuerdo… No lo había notado pero aquel día de parajes curiosos y narraciones entorpecidas, por las vísperas de un lluvioso otoño…Solo por ese día la vida fue distinta…
Que ganas tengo de volverte a ver
Y caminar por donde sea
Y Llevarte de la mano,
Solo hoy que esta lloviendo…
Lírico y lleno de nostalgia, Christian, como buen relato de otoño. Cuando lo he leído he recordado paseos… paseos… paseos… y me he sentido parte incólume del vegetal distante o de la distante fontana que recorre el canal acuoso de los sentimientos. Cuando lo he leído he vuelto a ser yo mismo de la mano de una mágica compañía. Muy bonito. Quizás podrías haber perfeccionado un poco más la estructura pero !es muy hermoso Christian!. Felicitaciones.
Estimado, algo de todo eso sucede cuando encuentras en las vìas el estrèpito paso de una mujer que sabe caminar.
Adelante.
Celeste.-
La vida es el taconeo de unos pasos de mujer. 😉