EL ARTE DE MORIR

Morir es un arte. Si, soy consciente de lo que digo y lo sostengo. He visto el rostro que lleva ese nombre muchas veces en mi vida, soy un especialista en el arte de morir. Puede sonar a horror pero en el fondo cuando uno deja de existir como persona aun no lo ha hecho como materia, eso ya lo sabéis. La transformación es increíblemente natural, aunque horrible en si misma. Las personas vivas repudiamos la muerte en el más amplio sentido de la palabra. Una vez aceptamos que alguien a muerto aparece el duelo, pero al mismo tiempo se paraliza el sentimiento de volver a ver vivo aquel cuerpo. Aceptamos inconscientemente a quien se fue y lo identificamos como un sentimiento que ya no existe en el cuerpo inerte.

La muerte es cotidiana y sin embargo siempre parece lejana, sobre todo en la juventud. Son los otros los que mueren, aun cuando sea a todos por igual a quien amenaza la muerte en cada momento. Es muy poco lo que se necesita para morir, un coagulo de sangre en una arteria, un espasmo del corazón… para que el allá lejano se haga inmediatamente presente. La muerte es natural, pero se presenta como una agresión: se vive, se percibe como un accidente arbitrario y brutal que nos toma desprevenidos a cuantos participamos de ella en una u otra forma. A la certidumbre de morir se opone la incertidumbre del acontecimiento.

Antes dije que soy un especialista en el arte de morir, y es cierto. Soy un investigador de las causas que conducen a ella. En mi trabajo debo discernir que la causa. Mi vida laboral transcurre en lo más negro de la naturaleza humana, lo mas sucio. Nunca imaginaríais las maquinaciones de una mente llevada al límite de la depravación o el paroxismo capaces de provocar la muerte. Yo me dedico a estudiar eso. Dejo a los forenses la tarea de hurgar en la materia, así que aunque los he visto trabajar muy de cerca, jamás he metido las manos en un cuerpo inerte. Como dije solo estudio el arte de morir.

Las circunstancias, como podréis comprender, casi nunca tienen que ver con los clásicos homicidios a los que nos tienen acostumbrados en las películas americanas, pero solo en la provincia de Girona se cuentan anualmente unas 10 muertes violentas por año. Eso deja al margen las que se producen por lo que llamamos muerte súbita, que es la que se produce de forma espontánea, sin que haya una causa aparente de la misma. Suele despejarse el motivo en la mesa del forense en poco más de 24 horas. Sin embargo vengo a contaros esta parte de mi vida porque hay un tipo de muerte muy curiosa en si misma, y que me llama la atención en estos duros días que hemos pasados juntos: la auto litiasis, comúnmente conocida como suicidio.

El suicidio se produce demasiado a menudo como para contabilizarlo yo ahora en un momento. Sin embargo un investigador debe enfrentarse a ese hecho como una muerte violenta, y es ahí que creo interesante la comunicación del asunto. El arte de morir se traduce en un misterio religioso desde que la raza humana tuvo uso de razón. Las preguntas sobre la existencia nos las formulamos siempre planteándonos también su conexión divina, y eso es lo que empuja a la gente a experimentar un supuesto placer desconocido a abandonar nuestra existencia cuando esta nos abruma en demasía. Que pueda haber al otro lado es lo de menos si uno cree que algo bueno nos espera. Eso no es el arte de morir, y por tanto yo no tengo nada que decir.

¿Quien no ha pensado alguna vez es quitarse de en medio? Como dijo aquel que tire la primera piedra el que este libre de pecado. Ahora nos aborda la deshonrosa forma de hacerlo, cuando una persona ha decidido ya llevarlo adelante solo queda la forma, si. Ese es el arte de morir, y de eso si puedo decir algo. La primera vez que me enfrente a un cuerpo sin vida fue el de una chica joven, no mas de 25 años, que había decidido que el tren era su forma de despedirse para siempre del oxigeno. ¡Guau, eso no es tan rápido como se piensa eh! Dejadme deciros que hay mucho camino entre tomar la decisión de hacerlo así y el apagón final, y hay que tener mucho valor. El desnudo de la intimidad a la que los investigadores sometemos a la ya inexistente persona es bárbaro. Básicamente una buena investigación partiría en un caso como este de que la chica no se suicido, sino que algo o alguien la obligo a irse de este mundo. Así es como un buen investigador, acaba por descartar todas las posibilidades y no le queda mas remedio que aceptar que fue la propia persona que realizo todos los actos para irse.

Por lo general el suicida no solo deja un montón de dolor tras de si, en forma de personas queridas, sino que también abandona un mar de pistas de los motivos que lo empujaron a someterse al supuesto dulce final de la vida. El arte de morir se recrea cientos de veces en la mente del ciudadano de bien, y llegados a este punto quiero dejar al margen a los chalados que acaban con las vidas de terceros para después inocularse ellos mismos de ese mismo veneno. El ciudadano de bien, decía yo, ha pensado mucho antes de llegar al final como afrontarlo, incluso ha realizado ensayos o conatos del que será su fin. Ha sufrido mucho por dejar de sufrir lo que hipotéticamente es una existencia insoportable. Así las cosas hay que imaginar que a su supuesta vida insoportable hay que sumar el dolor exacerbado y que se inflinge hasta conseguir su cometido, al final siempre me he preguntado si realmente le ha valido la pena aumentar sus potenciales malestares.

He leído montones de cartas dejadas por quienes fueron aquellas personas, y he desgranado cada palabra escrita con mano temblante. He descubierto motivos infames que hacen las vidas imposibles, pero siempre en el momento en que se producen los hechos, porque es gran verdad que no he encontrado jamás un motivo que realmente pudiera haber sucumbido a la razón. Somos lo que somos y cada día somos diferentes; evolucionamos. El paso final es una muestra de involución de la especie, porque decidimos eliminar, no solo cuanto fuimos alguna vez, sino que eliminamos cualquier posibilidad de poder ser. Todas esas notas, a veces verdaderas libretas escritas en su día a día, no eran mas que gritos ahogados por no acometer el epitafio de su dolor. Todos esos espasmos de escritura son llamamientos personales a seguir luchando, aunque en ellos se expresa imprecisamente el no poder aguantar más. En esas ultimas notas resta una vida enorme llena de futuro que jamás se cubrirá. Claro, ¿quién no desea vivir eternamente feliz con aquellos a los que ama? Esa infelicidad es la que se palpa en lo que queda de quien fue persona; en sus rasgos, en su vida intima ya desnuda, en sus fotografías, en aquellos que jamás podrán volver a disfrutarla viva.

Morir es un arte en si mismo, ¿lo veis ahora más claro? Es lo único que quedara de nosotros: un recuerdo, una impronta en las mentes cercanas y en las ajenas, una escena en la que escarbar hasta encontrar el motivo de la misma, un cuerpo en el que un forense poder escarbar. Lo único que quedara virgen será el futuro infranqueable de quien ya no esta. La lucha diaria por ser feliz y conseguir con las propias acciones que otros lo sean se agota en el último aliento, justo cuando la persona hubiera deseado volverse atrás y no puede porque ya ha traspasado el umbral. Su último pensamiento, seguro, es que ha errado el paso pues eso ya no tiene solución de continuidad vital.

Ahora llego yo otra vez. Es la escena de un señor colgado de una biga en su propia casa. Esta colgado de una cuerda común, comprada en cualquier ferretería. En el momento de saltar de la banqueta que ha dispuesto como atril de su obra final sabe que la falta de aire lo impulsara a salvarse viendo el final de la vida como algo absurdo y estéril. Lo sabe porque lo ha intentado antes y eso fue lo que paso. Esta vez estaba decidido a ahogar su pena, no por dura pasajera, y después de pasar la cuerda por su cuello pasa también las manos por sendos cordeles que en el momento del tirón quedaran firmemente sujetas a su propio cinturón a la altura de la cintura. El resultado es una cara congestionada, unas manos agarrotadas que denotan el intento final por desligarse de su propio horror, y una lengua negra completamente. El pantalón mojado, como una burla de quien fue a quien pudo haber sido y, como no, un montón de gente llorando a su alrededor preguntándose porque, porque la pena no es un monopolio de quien decide abandonar. Las notas de despedida, el interrogatorio, siempre doloroso, de quien sobrevive valientemente. La que fue su vida al descubierto de ojos ajenos y después de eso el traslado al tanatorio. El forense mira el cuerpo desnudo y pálido. La soga ha dibujado un tatuaje horrendo en torno al cuello que hay que investigar. El bisturí que descubre mas interioridades de aquella vida que se mudo por miedo a luchar, y aparece la verdad. Mira esto Eduard –son las palabras del forense- al fin todos somos lo mismo, lo que nos impulsa a seguir viviendo es la felicidad que deseamos no la que tuvimos, y todos somos capaces de encontrarla cuando todo esto se mueve, después solo queda esto; un amasijo de carne sin sentido que no explica mas que la forma en que se fue y la salud de que disfrutaba en el omento de irse. Ha perdido su oportunidad de alcanzar aquello que ansiaba: la felicidad.

Las escenas se repiten al compás de las agujas del reloj, o de la caída de hojas en un calendario. Los motivos son siempre los mismos: la falta de felicidad. Los cuerpos son siempre los mismos una vez abiertos. Las explicaciones son muy similares en todas las notas de despedida. El dolor ajeno y el vacío que dejan también es siempre el mismo. Las posibilidades de alcanzar el sueño de la humanidad es universal, cada cual a su manera todos queremos ser felices. A eso se resumen la existencia, a ser felices. Todos lo conseguimos en mayor o menor grado. Todos perdemos ese estado en algún momento de nuestras vidas, por eso lo valoramos tanto. Sin embargo hay quien no sabe recuperarlo, aunque la solución se hace simple a los ojos de quienes vemos pasar los días: hay que luchar, saber reconocer la felicidad como un estado de conciencia que se mueve como una ola en el mar. Que va y que viene, pero que cuando llega supera con creces el momento anterior.

Morir es un arte, y su valor aumenta cuanto mas tiempo tardemos en morir; no tengamos prisa pues y dejemos que la madre naturaleza decida por nosotros cuando ha de llegar ese momento. Mientras tanto dediquémonos a un arte diferente: EL ARTE DE VIVIR.

Eduard Pascual

4 comentarios sobre “EL ARTE DE MORIR”

  1. Saludos:
    Morir, es en realidad un Arte, que aprendemos o desaprendemos. MOrir no incluye solamente el acto físico de perder las funciones vitales. Post mortem…el cuerpo va degradando desde l interior hacia el exterior. La naturaleza de la mente se encuentra revuelta, porque todas las conexiones con la estructura psicofísica se encuentran alteradas. diferencia entre esperar lamuerte, como hecho natural, de decidir sobre tu existencia. El ser humano teme loq ue desconoce. Morir es una juustificación antural para las existencias que ya han culminado, pero morir en en u acto violento,e n un impacto súbito…es haber perdido la extraordinaria voluntad de saber que mueres, que vas cediendo tu cuerpo y tu mente a un eterno desconocimiento, a la Nada. En el budismo se trabaja el concepto de Vacuidad, donde la meditación sujeta la vida desde un lado y proyecta la existencia en el acto de morir.
    Acto de orir consciente…como cesación de existencia biológica. Existe un momento en la vida del lama en el que se prepara para el tránsito hacia la muerte conciente. El gran meditador sabe colocarse en posición y esperar que la ruptura entre los equilibrios se produzca.
    El Bardo Thodol, o libro Tibetano de los Muertos…habla de cuanto tú hablas y expresa una sabiduría profunda y real. Nacemos para seguir la línea que separa la vida de la no vida. El Arte de orir es la existencia suprema, la conciencia en al aquí y ahora. Saludos.

  2. !Enorme lo que acabo de aprender leyendo tu texto, edupas!. Sobre el Arte de Morir y sobre el comentario que expone Grekosay en este mismo texto he pensaod muchas veces. Tu texto, edupas, está no sólo lleno de cosas muy concretas y muy sabias como producto de la experiencia diaria sino que introduces continuamente reflexiones muy filosóficas sobre la muerte como uno de los componentes primoridales de la vida. No son paradojas sino profundas coherencias. Grekosay hace también una explicación orientalista profunda y mentalmente muy juiciosa sobre el Arte de Morir. Hace ya muchos años me encontré a un suicida colgando de un árbol en la Casa de Campo de Madrid y me dejó profunda huella. Tanta que al llegar a casa escribí un poema sobre el asunto. Un poema que precisamente un día dejé plasmado en Vorem y que trata de explicar literariamente uno de los muchos aspectos del Arte de Morir de un suicida. Tu texto me aporta numerosas pautas para meditar y llegar a seguir evolucionando sobre este tema. Tu texto y el comentario de grekosay los voy a seguir leyendo no una sino varias veces más como dice nuestra amiga voremia en el segundo comentario aquí presente. Es tan importante tu texto que es necesario leerlo varias veces más. Escibiré en Vorem algunas de mis conclusiones sobre el tema porque de verdad que lo amerita. Un abrazo. Gracias. Seguiré releyendolo.

  3. Nota Complementaria al comentario anrterior: el poema al que me refiero y que se encuentra en Vorem es parte interna de un texto de reflexión que se titula “Bajo los pìes del ahorcado” (Por si alguien está interesado en leerlo)

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