“Cuando el guerrero decide enfrentarte a sus fantasmas sabe que tiene un largo camino por delante en el que le espera mucho trabajo, pero no le importa y lo asume con entusiasmo, alentado por esa llama que se enciende dentro de él cada vez que emprende una batalla nueva. Gastada la euforia del comienzo la realidad se hace más cruda y el cansancio deja su huella; entonces, la confusión y el desconcierto intentan ganar terreno. El buen guerrero nunca se rinde, podrá librar batallas en muchos frentes y unas ganará y muchas perderá, pero la “guerra” continúa. Una victoria le da fuerzas para soportar cien fracasos. A lo largo del camino va comprobando que el amor que va creciendo le hace fuerte, cada vez más fuerte.
Un buen día, en un recodo del sendero descubre esa energía, esa sensación, esa fuerza…. le llena, le rebasa, le reconforta, le hace sabio, le hace comprender, le hace tolerar, le hace vibrar, la siente danzar dentro de él, le canta, le mece, le abraza, le hace brillar… “
Yo hoy me siento como ese guerrero: fuerte y valerosa, pero también algo cansada. Tengo ganas de seguir mi camino en busca de victorias, pero antes necesito hacer un alto en mi camino. Al hacerlo, en un recodo, he reparado en esa niña triste, abatida, pisoteada, anulada, abandonada…. esa niña que hay dentro de mi, y con el amor que me embarga la he mirado, le he extendido mi mano y le he dicho:
“Ven, siéntate a mi lado, no sufras más, no temas; ya no estarás más sola ¡Te amo tanto!. Tenemos mucho de que hablar, yo te contaré y tú me escucharás, tú me contarás y yo te escucharé. Juntas andaremos el camino, no importará que sea largo y duro; no importará que alguna vez nos perdamos, porque cogidas de la mano encontraremos otra vez el buen sendero. No importará que nos coja la noche, haga frío y no tengamos donde refugiarnos porque las dos abrazadas nos reconfortaremos hasta que venga el día. Juntas lloraremos, juntas reiremos, juntas nos equivocaremos, juntas aprenderemos de nuestros errores, juntas amaremos. Juntas disfrutaremos del sabor dulce y amargo de la vida; juntas las dos, tendremos el coraje y el amor que hace falta para andar el camino sin mirar atrás. Así que ya sabes mi niña: no llores más, que tú y yo cogidas de la mano caminaremos una eternidad. Quiero decirte tantas cosas que se me agolpan las palabras. Hemos estado calladas tantos días, tantos años, tanto… que no se por donde comenzar. Te miro a los ojos, esos ojos de mirada fija y penetrante, implorante y suplicante, y no se como he podido estar tanto tiempo sin darme cuenta, sin reparar en ti. ¡Te he tenido tan olvidada por tanto tiempo! Ahora sé que tú no has estado escondida, has estado mirándome y reclamándome desde el rostro de mi hijo, desde el de mi hija, desde el de mi padre, de mi madre, de mis amigas, desde la gente que me rodea… he sido yo quien te arrinconé, te dañé, te ofendí, te metí en el cajón del olvido y luego te eché encima mis miedos, mis dudas, mis incertidumbres, mis desesperanzas, mis quejas, mis críticas, mi sentido de culpabilidad, mi desconfianza, mi rencor, mi rabia, y debajo de todo, tú aún me reclamabas a través de los ojos de todos, y utilizabas sus brazos para extenderlos hacia mí y suplicarme que te sacara de allí. Me decías que necesitabas mi amor, mi aprecio, mis cuidados, mi reconocimiento, mi apoyo, y querías decirme que tu, a pesar de todo, me amabas más que a nada, tal como yo era., que te tenía para apoyarme y darme ánimo; que no me culpabas de nada, que no tenía que hacer nada especial para merecerte, que lo único que necesitabas era que te reconociera y te dejara estar a mi lado. He estado ciega, no te veía, no te reconocía en ellos. Hasta este momento nunca hasta ahora pensé que cuando mi hijo me reclamaba llorando eras tú, mi niña interior, quien me llamaba y me decías que estabas ahí. Ahora ya no nos separaremos más, iremos juntas, cogidas de la mano. Juntas recorreremos este camino, largo y quizás todavía difícil.. Tú ya no estás sola, yo tampoco. Así, enlazadas de la mano; al igual que en el cuento de navidad, nos trasladaremos primero al pasado. Haremos un recorrido por estos años ya vividos, tratando de unir los recuerdos para hilar nuestras vidas, tratando de comprenderme mejor para aceptarme a mi misma y llegar a concederme el perdón que tu me pides y así poder comprender, aceptar y perdonar a los demás. Requisito imprescindible para conseguir la paz interior que anhelo. Recorreremos, esta vez sin dejarte atrás, mi infancia y mi adolescencia y me acompañarás hasta la madurez, y una vez regresemos de nuestro viaje por el pasado, lo olvidaremos y no nos volveremos a recrear en él. Miraremos hacia delante, siempre presentes en el aquí y el ahora, y junto a ti viviré toda mi vida, porque ¡eso si! NUNCA MAS DEJARE DE SER LA NIÑA QUE DESEO SER.”
http://eljardindediana.blogspot.com/
Tu texto me ha emocionado. Creo que tod@s dejamos atrás el niño o la niña que fuímos, creyendo ser mejores y más inteligentes al crecer. Sin darnos cuenta de que las presiones que vamos sufriendo en la vida nos hacen perder la inocencia y, con ello, la felicidad que nos proporcionan las cosas pequeñas.
Ánimo, jorami, (para mí también lo quisiera) y sigue adelante, con tu niña de la mano.