Durante todo el siglo XIX existió un gravísimo prejuicio histórico: que todo lo moderno era lo mejor. Podría ser hasta cierto (que no lo es por supuesto) si nos referimos sólo a las áreas concretas de la tecnología, pero fuera de estas áreas meramente materialistas (como por ejemplo los sentidos sociales y los sentidos religiosos y no me refiero a ideologías política ni a religiones sino a los sentidos humanos sociales y religiosos que tenemos desde el origen de nuestra especie) no es ni ha sido nunca así… porque la historia demuestra que los papeles sociales/religiosos se diferencian más entre sí cuando las sociedades aumentan de tamaño y se vuelven más complejas (dicho por el historiador Huston Smith en 1958).
En este sentido, yo interpreto que la sociedad se asemeja a las últimas especies (dentro del determinismo evolutivo darwinista) que desarrollan sus extremidades y órganos diferenciales. Ahora bien, la vida ha estado siempre presente dentro del camino de la propia vida. Yo, tú, él o ella, estamos siempre presentes en el camino de nuestro yo, nuestro tú y nuestro él o nuestra ella. Y así, por tanto, en temas como el de los sentidos religiosos (insisto en que no estoy hablando de religiones sino de sentidos) es un error suponer que las expresiones históricas desarrolladas más modernas sean superiores a las primitivas. Incluso creo lo contrario.
Supongamos que Dios existe (yo, particularmente, creo en la existencia de Dios aunque nos soy religioso ni pertenezco a ninguna religión). Si Dios existe él es el único que no evoluciona. Siempre es el mismo y siempre es completo. Y tampoco evolucionan las personas plenamente religiosas. Por lo menos de forma importante o significativa. Volvamos entonces al inicio; al sentido religioso de la existencia (no a la religión ni a las liturgias religiosas sino nal sentido religioso humano y natural). En este caso no hablo tampoco de ateísmo porque, bajo mi punto de vista, también los ateos han llegado a un punto de no evolución o de evolución mínima y no significativa ya que han encontrado su punto y final. Me refiero, entonces, a los que somos dudas vivientes porque pensamos que dudamos de la vida que estamos viviendo y que, precisamente por eso, nos encontramos evolucionando constinuamente en el centro de la vida.
Así que, retomando el hilo de la reflexión, no tengo más remedio que citar al historiador rumano Mircea Eliade (Bucarest 1907 – Chicago 1986) que estudió las religiones comparadas y los mitos y llegó a creer firmemente que los pueblos arcaicos son más espirituales que sus descendientes porque, vestidos con hojas y pieles y alimentados con frutos de la tierra, no están supeditados a las cosas externas. De esta manera las religiones llamadas históricas (por ejemplo los monoteísmos) figuraban ya dentro del esquema mental propio de los sentidos religiosos primitivos distinguiéndose, sin embargo, porque las religiones históricas avanzadas han llegado a crear extremos tan opuestos como el cielo y la tierra o el samsara y el nirvana y han cercenado la oportunidad de la evolución del sentido religioso. Cosa totalmente contraria a lo que ocurre en el caso, por ejemplo, de los sentidos religiosos de los aborígenes australianos.
Continuemos con los aborígenes australianos para poder clarificar el tema. Hay que hacer aquí una importante consideración: que Australia es el único continente que no vivió la experiencia histórica del Neolítico (que en el resto del mundo comenzó alrededor del año 10.000 a.C. y fue testigo de la invención de la agricultura y de instrumentos de piedra de avanzada tecnología). Esto sitúa a los aborígenes australianos como los pueblos existentes más cercanos a los seres humanos que originalmente habitaron la Tierra (excepto en el caso de los tassaday de Filipinas cuya autenticidad es hoy todavía seriamente cuestionada).
El asunto importante es que las cosmologías de las tribus australianas más primitivas (las de los arunta) tienen bastante que ver con otras cosmologías primitivas como, por ejemplo, las de los antiguos mesopotámicos, antiguos hindúes y antiguos africanos y americanos. El mundo mítico de los aborígenes australianos arunta fue estudiado por el sociólogo francés Lucien Lévy-Bruhl (París 185 – París 1939) y lo calificó como “Un Sueño”. Esto es importante tenerlo en cuenta porque es a donde quiero llegar al final de mi reflexión. Por el momento, quiero sólo aclarar que lo definió no como que hay dos mundos distintos sino como que hay un solo mundo interpretado de varias maneras diferentes.
El mundo aborígen de los humanos se mide con el tiempo: estaciones cíclicas de la naturaleza virgen, generaciones humanas que vienen y van… Pero es un tiempo que no se altera porque existe realmente en sí mismo y tal como es. Es el llamado “todo tiempo” y ese tiempo está inundado y plagado de figuras legendarias. ¿Es entonces Dios para los aborígenes arunta una leyenda?. No. Para ellos Dios se parece tanto a nosotros como dos gotas de agua y, a la vez, Dios es la vida misma, porque la vida es la interpretación de Dios.
Cuando un hombre de una tribu arunta sale a cazar lo hace imitando exactamente igual las hazañas de su primer cazador estereotípico. Su cazador Dios. Es decir, se introduce en su molde de tal manera, de una manera tan completa, que se convierte en el primer cazador y por lo tanto en Dios de sí mismo. Igual hacen cuando tejen cestas de mimbres o cuando practican el amor sexual en parejas. Y es que el sentido religioso de los arunta (no la religión sino su sentido religioso) los hacen estar plenamente vivos y los convierte en inmortales.
Quiero aclarar, de paso, que el sentido religioso aborígen de los arunta no hace reverencias a Dios sino que los identifica con Dios. Al adentrarse plenamente en Dios eliminan las trivialidades de los rituales litúrgicos de las denominadas religiones históricas. Por eso no hay una línea divisoria entre un arunta y Dios. No hay, entre ellos, sacerdotes ni feligreses. No hay, entre ellos, oficiantes ni espectadores. Sólo existe El Sueño y el avivamiento de dicho Sueño.
El Sueño es Dios. Y si afirmamos simbólicamente que la Vida es Sueño (como nos confirmaron Calderón de la Barca, William Shakespeare y otros grandes escritores, filósofos y pensadores de la historia humana) estamos significando axiomáticamente que la Vida es Dios.
¿Comprendéis ahora, amigos voremios y voremias, por qué comencé este texto diciendo que hay un gravísismo error histórico que arranca desde el siglo XIX (con la Revolución Industrial) que cree que los moderno es siempre lo mejor?. ¿Comprendéis por qué es hora de que el posmodernismo actual de las sociedades globalizadoras debe replantearse ciertos temas, retomar ciertas ideas y reinventar nuevos principios?.
Termino haciendo hincapié en lo ya derivado: El Sueño es Dios, la Vida es Sueño… luego la Vida es Dios.
Muy interesante tu exposición sobre los aborígenes australianos. Ellos sabían lo que nosotros hemos olvidado; quizá lo que nos han hecho olvidar: nuestra unicidad con Dios y con todos los seres vivos a nuestro alrededor. Y totalmente de acuerdo en que el intermediario no es necesario. No sé si ya lo he puesto alguna vez en Vorem, pero la frase de un célebre gurú: “Hay quien coge agua de la fuente utilizando un cuenco; yo prefiero beber directamente del chorro” me parece totalmente ad-hoc.
Totalmente de acuerdo contigo, Carlota.
Amigo me encanto tu relato y estoy plenamente de acuerdo contigo, aunque yo sobre las religiones nada de nada, tuve que rezar mucho a golpes de palos, y esto te deja marcado para toda la vida; pero aparte de esto y respetando las ideas religiosas de todas las personas, yo no puedo admitir algo que no siento y que no me cuadra, y que a mi manera de ver las cosas lo veo absurdo. Solo creo en que somos pura naturaleza, y en la evolución de las especies de Charles Darwin. Por lo tanto soy agnóstico
No soy religioso, Alborjense… pero creo en el sentido religioso de ciertas esencias humanas. No es religión sino sentido. Respetando a los religiosos creo que cuando el sentido religioso natural y humano se desnaturaliza estamos creando un interés de poder alienante. ¿Me comprendes, compañero?.