Tengo un rincón lleno de magia en mi habitación. En ocasiones entro, me tumbo en el suelo, agazapado en mi rincón, procurándome trucos de colores que me hacen sonreir.
Pero hay otras en que la barita de los trucos mágicos se estropea y no funciona, y en vez del polvillo mágico que provoca toda la magia que habita en mi mundo onírico, lanza como cabreada, un humo asfixiante y negro que me ahoga, me nubla la vista de la mismísima imaginación, y comienzo a creer en el fin de la magia.
Quizá sea cierto, quizá ya no hay magia, y por eso el mundo se vuelca violentamente hacia nuestras vidas propinándonos duros golpes difíciles de digerir. Quizá por eso hay por doquier, millones de funestos rincones donde empezamos a pensar en Fausto como nuestro mejor amigo, nuestro más sabio aliado, el único capaz de salvarnos. Y el precio que se ha de pagar es sólo el de tu alma. Gentil personaje Fausto que acepta como pago para salvar tus dolencias un redil harapiento que soy ahora mismo yo .
Y de repente sin saber porqué, se llena mi cuerpo de lágrimas, que emanan de la distorsionada visión de mis ojos. Me da mucha rabia dejar de creer en la magia joder, pero, el mundo, ese que te golpea duramente un día sí y otro también, se muestra tan grande y pérfido ante ti, con una claridad que asusta y desalienta…
Así pues, qué, qué nos queda para luchar contra ese monstruo feo y grande que nos aparece desde el principio de los principios llamado vida.
Y vuelve la claridad por un instante a mi desestructurada mente.
– ¡ Ya está, ya lo tengo ¡ lo que nos queda sin duda alguna, sigue siendo la magia.
Así que me muerdo la lengua dictadora de improperios y me vuelco con todas mis fuerzas contra aquel rincón de mi habitación, aquel que desde el color se atreve a viajar en turista sin derecho alguno, para teñir de compungido gris todos mis sueños e ilusiones. Y decido ser más listo que él, y me digo que si éste cambia su rumbo, quizá sólo eso es lo que deba hacer yo también.
Tengo un rincón lleno de magia en mi habitación. Y cuando la barita se estropea, y ya no me funciona, cuando se acaba la magia… No pasa nada, cierro los ojos, agudizo mis sentidos y busco mediante el olfato e incluso el gusto, donde se ha recolocado el rincón de mi habitación donde habita la magia y tarde más o menos, lo encuentro y corro tras él.
Un comentario sobre “Cuando se acaba la magia”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Tiene mucho sentido esta reflexión que presentas donde precisamente los sentidos juegan un rol tan importante. La magia de tu mundo es la magia del instante que se vuelve claridad. El mundo es otra cosa. Nuestras mentes se estructuran en diversos planos. Que tu magia nunca de desconsuele, amigo y compañero.