Andy dejó de golpear la piel al descubrir entre la masa a una joven que le miraba de manera diabólica y espasmódica, como si en un trance se hallara. La chica era Marta Rubens y se ajustaba la chaqueta, ¿se marchaba? Sí, se iba. Abrió la puerta, le miró con ojos desorbitados destellando indignación y salió dejando la puerta entornada a modo de reclamo, o eso creyó él. Tenía que alcanzarla.
Bueno, amigos, esto pasó hace muchos lustros, ya me siento la espalda contraída, je, je, rió. La falta de costumbre. De todas formas he disfrutado. Gracias por rememorar una época importante. Seguid gozando de esta maravillosa y solemne velada… Enhorabuena a “Mentehumana Stres Band” porque son buena gente y magníficos músicos como lo están demostrando aquí, hoy, en directo. Y ahora lo siento pero debo irme… gracias, hasta pronto. Pasó corriendo entre el gentío, ya sin darle importancia a las frases cortadas que no eran más que humo desvanecido que sólo contamina la mímica dicción de labios triviales, ejes de dos orejas puntiagudas… tan blando por fuera, que se diría todo de algodón.
Avanzó a grandes zancadas por las empinadas y estiradas callejuelas. Sus ropas estaban empapadas, resoplaba y tiritaba de frío como si hubiera buceado bajo un liquido glacial.
Las saetillas apuntaban hacia las tres de la madrugada. La circular maquinaria conducía, movía y agredía el tiempo, a merced del invento humano, transgresor artilugio de orates poseídos por la ambiciosa avaricia competitiva de atravesar la medida del sueño de la muerte. Sin querer comprender que la sabia naturaleza ya se había encargado de ello.
Las ranas croaban, saltarinas y las luciérnagas brillaban con su particular verdosa fluorescencia, deseosas de emparejarse. Tronó una detonación terrorífica, agujereando el silencio físico de la materia orgánica. Dedos temblorosos mantenían apretado el gatillo de una pistola de cañón humeante… ¿nunca te ha pasado que pareces revivir una escena…? Entre olores, el que predominaba era el de la pólvora quemada. El casquillo de la bala tatuada en su pecho, tirado en el suelo, sollozos y enlace de sangre… …de su misma sangre. Luces rojas, azules, giraban, se acercaban. Las sirenas le ensordecían. Ambulancias, policía… la urgencia llegaba con alarma de escándalo y el momento se había deteriorado. Andy, nervioso, sin reflexionar, huyó asustado, tambaleándose, sin dirección. Pensó en ir a casa, no, ¿volvía a la fiesta?… Les pondría en un compromiso. Pronto se sintió acosado por los ladridos de los perros adiestrados que los agentes utilizaban para seguir su pista. Harto y destrozado, paró en seco su carrera, se apoyó en una pared recuperando el aliento y decidió esperar. Ni siquiera sabía de qué escapaba, él sólo había… ¡matado a su padre!, ¡Dios, maldita cruz! Tomó la resolución de entregarse, debía penar por un acto tan monstruoso, que además le traía recuerdos de algún otro pasado… Súbitamente, una mano le agarró de la cazadora y le atrajo sin preguntar, al interior de un portal. Una jovencita oriental de preciosos ojos rasgados, cabello largo, liso y negro, de cuerpo celestial, le miraba en la penumbra. ¿Sería un ángel?, puesto que él creía estar en una nube deleitándose del penetrante rocío perfumado de una ninfa asiática.
¿Quién eres, dónde vamos?…
No preguntes y sígueme, le respondió con dulce voz de acento de la tierra del sol naciente. Subieron los ruinosos escalones de aquella casa en aparente estado de abandono.
Andy, detrás, admiraba las redondeces corpóreas de su ángel custodio, cuyo vestido sedoso se ceñía a unas carnes creadas para ser acariciadas con pasión e ímpetu desenfrenado en una isla desierta y sin dueño. La muchacha, muñequita de movimientos gráciles, sentía el ardor del macho y la fijación de éste hacia sus nalgas y muslos. La feminidad adolescente, el ansia de agradar y una pizca de provocación “lolitista”, la hicieron que exagerara aún más sus andares, poniendo especial atención en curvear las caderas con significativo énfasis de animal en celo, disfrutando del preludio de un acontecimiento cuyas riendas sostenía posesiva. Sólo ella con un sencillo chasquido podía decidir sobre el inmediato futuro: ¿Apagaría el fuego de su compañero de escalada?, se giró para ver la cara de Andy y leyó en el bulto del pantalón. El curioso estudiante, investigador de anatomía, suspiraba por cada centímetro de la hembra.
La chica le preguntó, imitando a una actriz de los años treinta, creo que fue Mae West quien lo dijo, sí, creo que fue ella:
¿Llevas un arma en el bolsillo o es que te alegras de verme?
Las dos cosas eran ciertas. Guardaba la pistola de su padre en el bolsillo y por otro lado ejercía una erección que no podía disimular. Se sonrojó avergonzado, aparte que le doblaba la edad, no era una buena instantánea para pensar en porquerías en su situación, allí en la plena desnudez de la escalera y sin haber sido presentados como Dios manda. Insinuación, previamente le otorga el morboso saludo de Lascivia… Ahora sí.
Un comentario sobre “El Reflejo de los sueños en lunas rotas(Perdido en la eterna oportunidad) 21”
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Hay un error Kim. Este capítulo 21 es el mismo capítulo 20. Sin querer lo has repetido.