Esta noche, casi sin pensarlo, he decidido caminar un poco por las soledades de Santa Maria La Rivera. Debes estar loco, me reprende un condiscípulo allegado. Voy, le digo, a buscar algo importante; pero el no cree que a estas horas y en estos parajes se encuentre ahora algo importante. Hay un poco de niebla y el frío se siente en los miembros como una masa pegajosa que no te deja mover; camino, lentamente camino y la masa pegajosa adhiriéndome al piso, limitando una serie de pasos que me llevan dos metros más allá de mi ubicación.
Un perro negro me sale al paso y con gentil movimiento de cola se atreve a seguirme; ¿hacía donde te diriges? le pregunto; pero no me contesta, parece que ignora su destino; claro que si él me preguntara, le respondería: ¿qué le respondería? yo mismo no lo sé. Y no me atrevería a decírselo, se burlaría de mi “condición humana”.
Y es así como inicio la marcha entre calles oscuras y solitarias, en las que en cada esquina aguarda una especie de alimaña, de criminales envueltos en sombras. La ciudad finge dormir, un enorme manto salpicado de manchas amarillas parece cobijarle. La calle es larga y sombría, un par de borrachos pasan a mi lado sin reparar en mi presencia. Sigo caminando, mis pasos se vuelven más rápidos. Doblo en la esquina y sigo mi transitar por la avenida casi vacía. El metro ha cerrado y afuera quedan los mendigos, tiritando y lanzando improperios de vez en cuando. Más allá, un local abierto despide humo. Es el café de Cris, la hermosa italiana de los ojos misteriosos. Es aquí, en este cafecito, donde se congregan las más dispares personalidades de la noche en la cuadra; aquí llegan los jóvenes insomnes, los parias perdidos, las putas de Sullivan y uno que otro ciudadano decente. Como todas las noches desde hace un mes, me refugio en su cálido ambiente.
Contados autos circulan por la avenida de Rivera de San Cosme, a lo lejos se ve la antena de la Torre Latinoamericana. No sé, aquella torre parece herir al cielo, y yo aquí, matando el tiempo tomando café, ¡qué demonios! Ni siquiera me gusta el que Cris prepara, lo que me gusta e inquieta son sus ojos, sus ojos que son como caleidoscopios mostrando infinidad de mundos. Miro el reloj: 1: 20 de la mañana; por la acera se acerca Guadalupe con las manos en los bolsillos, la enorme chaqueta llegándole a las rodillas. Entra y se sienta a mi lado. No es necesario preguntar, también ha venido a buscar algo importante, eso, o, quizá, también le inquietan los ojos de Cris. Guadalupe no toma café, odia el cigarro y mi afición por las ciencias abstractas; futuro economista, no pierde oportunidad para darme en la cara con su racionalismo exacerbado. Para él no hay ciencia más aplicativa y exacta que la lógica. Lee a Smith y Robert Lucas como yo a Cortazar o a Paz, se enfrasca en largas disertaciones sobre el “panorama económico”, “el futuro del país” y todas esas cosas importantes. Su charla al final se convierte en soliloquio, cuando pierdo el interés y dejo de escucharlo.
A mi derecha hay un espejo, vuelvo hacia el la vista y las veo, dos preciosas perlas de un negro profundo en las que un chispa de luz (vaya dualidad) va naciendo y disipándose cada vez. Me siento Perseo al uso de semejante instrumento, y no es para menos, los ojos de Cris (esas preciosas perlas negras) no habrán de petrificarme pero dicen algunos –¡ay desdichados!-que te roban el sueño y que además, quien se atreve a mirarlos no vuelve a ser normal.
Guadalupe se ha callado, me mira de un modo extraño. Lío un cigarrillo, hace ademán de irse pero permanece sentado. Algo parece inquietarlo (sí, debe ser su especulación sobre la bolsa en Tokio) pero nada dice ahora. Apoya en las manos la barbilla y observa el lento ascenso del humo, las volutas que se hacen y deshacen en una danza de figuras grises, de oníricas visiones.
!Magnífica página de Diario, compañero Hermes!. Impones unos acentos de descripción somática que hace interesante desde el principio hasta el final todo un paseo nocturno buscando la luz de unos ojos enigmáticos que hacen padecer las almas. !Es precioso el texto!. Felicitaciones.
Muy encantador.. tanto como los ojos de Cris podria decir. Ha sido desde el principio de una narrativa completa sin apresurarse a nada y llamativa, la verdad me gusto mucho. Los ojos de Cris se disfrutan tanto como el texto. Muy Bien.