Ya llevaba cuatro años siendo Presidente de la República de los Triángulos el Señor Don Isósceles y la verdad es que el ejercicio del poder le tenía totalmente estresado. A los múltiples problemas que últimamente habían aparecido en esto de gobernar bien los asuntos de áreas, superficies, alturas, bases, lados, ángulos, vértices, hipotenusas y otros muchos temas triangulares que le llevaban “de cabeza” se unía la terrible crisis de ansiedad que atravesaba el alma de su esposa Doña Isóscelas… y la niña Isoscelina cada vez se la veía más lejana, más ausente de la vida de don Isósceles, más ajena a la familia, más lánguida y perdida por el poco tiempo que se pasaba ahora junto a su anteriormente querido papá.
Así que Don Isósceles quería aprovechar las actuales ansias de poder que estaba mostrando su rival Don Escaleno. Don Isósceles, sin que Don Escaleno se diese cuenta, estaba deseando ser derrotado en las elecciones generales a las cuales ambos se presentaban como candidatos. La campaña electoral de don Isósceles, hábilmente dirigida por éste para desilusionar del todo a los habitantes del País de los Triángulos, estaba siendo desastrosa y Don Escaleno no tuvo que hacer mucho esfuerzo para resultar vencedor por amplísima mayoría absoluta. Don Isósceles respiró profundamente cuando vio que había sido barrido en las urnas. Habían sido cuatro años de zozobras, de los cuales salió envejecido y agotado. !Ahora sí!. !Ahora había llegado el momento de vivir en plena libertad, sin problemas, agradando en todo a su esposa Doña Isóscelas y con la oportunidad necesaria de recuperar el tiempo perdido y el cariño de su pequeña hija Isoscelina. !Qué gran felicidad para el futuro!.
Don Escaleno le llamó por teléfono…
— Hola Isósceles. !Vaya paliza que te he dado en estas elecciones!. !Ya era hora de que perdieras el poder y otro como yo ocupara el puesto para dirigir a esta República!.
— Cierto es, Escaleno. Y te felicito por tu abrumadora victoria. Pero no te envidio…
— ¿Que no me envidias?. ¿Cómo es eso de que no me envidias tú, que creías que ibas a ser eterno en la poltrona presidencial?. !No te creo!.
— Pues créeme cuando te digo de todo corazón que no te envidio.
— ¿Que no me envidias repito?. !Venga ya!. Mira… !a todos nos llega la hora de perder!. Y te he derrotado por mis propios medios. Ahora soyo yo quien ostentará el poder por cuatro años y espero poder estar muchos más.
— Verás, Escaleno. Te digo de verdad que me alegra que hayas vencido. Ahora no me comprendes pero dentro de cuatro años será distinto…
— Pues no. No llego a entenderte…
— Ya me lo dirás dentro de cuatro años. Entonces hablaremos de nuevo.
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La República de los Triángulos fue gobernada los cuatro años siguientes por el Señor Don Escaleno. Las crisis eran continuas. El malestar se había generalizado y los paros y huelgas entre la población laboral y estudiantil se sucedían unos tras otros. Todos añoraban ahora al gobierno del presidente anterior. !Qué tiempos aquellos!. !Cuánto darían todos por ver de nuevo a Don Isósceles en la poltrona presidencial!.
El teléfono de Don Isósceles volvió a sonar…
— Isósceles… !por favor!… !preséntate a las nuevas elecciones generales!.
— Ni hablar, Escaleno. Me he dicho a mí mismo que no volveré nuevamente a cometer el error de ansiar el poder a cuesta de cualquier precio. Ni ahora ni nunca jamás.
— Por favor Isósceles. !Ya no aguanto más!. Mi esposa Escalona no es feliz desde hace cuatro años. Antes reía por todo. Ahora siempre está triste. Antes éramos una pareja envidiable. Ahora hasta estamos hablando ya de un posible divorcio. !Y mi hijo Escalonito!. !Hace cuatro años que no tengo tiempo de jugar con él, de estar junto a él, de hablar con él!. !Se me está convirtiendo en un extraño!. Ya no me reconoce como el padre amoroso que antes fuí para él.
— ¿Comprendes ahora por qué no deseo se más veces el Presidente de la República de los Triángulos?.
— !Claro que lo comprendo!. !Y lo entiendo!. Pero por favor… !Presémtate!. !Aparte de mi este cáliz!.
— Gracias por tu oferta, Escaleno, pero no… no lo acepto. Prueba a ver si Equilatero o Rectángulo están deseando alcanzar el poder.
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Y así fue como en las nuevas elecciones generales el Señor Don Escaleno fue totalmente barrido en las urnas por el Señor Don Equilátero… que llamó por teléfono a Don Escaleno para restregarle por la cara que lo había vencido por abrumadora mayoría absoluta y cuatro años más tarde le volvió a llamar. Y así fue cómo, también, en las actuales elecciones generales el Señor Don Rectángulo ha triunfado por una aplastante mayoría absoluta sobre el Señor Don Equilátero y le ha llamado por teléfono para jactarse por su amplísima victoria.
Jajaja, estupendo cuento en cuanto a nuestros amigos los triángulos, lo malo es que no se que tenemos los humanos, que en cuanto entramos en política, no abandonamos la poltrona ni el poder, a no ser que sea por aclamación popular. Incluso de esta manera, a la mayoría de politicos humanos les cuesta mucho abandonar el poder.
Me ha gustado mucho tu idea, amigo.
Un saludo.
!Jajajaja!. !Qué cuento más divertido y original!. Efectivamente, como dice kiowa a los humanos no sé lo que nos pàsa que el poder nos atrae como las bombillas a las polillas y luego claro terminamos completamente apolillados. Tu cuento me parece de una gran calidad por la moraleja que contiene y qué originalidad que lo hayas ubicado en la República de los Triángulso!., Excelente muy bueno. Además no exento de buen humor y profundidad. !Ay los políticos!.