Quito, 22 de diciembre de 2004
Hoy me he despertado con un sueño azul escondido en la transición de las nostalgias. El café humeante de la mañana me trae la sensación de saber que el día ha amanecido con el sol esplandente de las conciencias comunitariamente claras y es aquí, en esta claridad de los misterios, donde he podido aspirar el aroma de una mujer envuelta en pétalos de orquídeas. Salir a la calle, a abrazar al primer transeúnte guardián de las esperanzas nocturnas, ha supuesto para mí recuperar el sentido de esa maravillosa creación humana que llamamos concordia y después, cuando he saludado a los azucarados amigos de la cotidiana aventura de existir en el pleamar de las vivencias, he podido comprender que no hay mejor manera de comenzar el día que deseando la paz a los vecinos…
Así que, envuelto en el éxtasis de la Poesía, he podido recuperar toboganes lacustres fundiéndonos en los verdes sueños tras las cortinas del aire, palabras enlazadas en los helechos de tu ausencia, canciones cantadas a los pinos en el eterno andar de los cielos y el mar, diáfanas caracolas de los vientos sosteniendo el nido del tejido de mis años, silencios de estrofas conviviendo con besos y recuerdos, versos rumoreados bajo un sauce y envueltos en los capullos sellados del misterio y anhelos de soles vespertinos irradiados de tertulias con los infinitos del diálogo con las mariposas…
Y mientras todas mis princesitas libran batallas con las flores, yo he regalado unas monedas al niño de la calle -el de las emigrantes gaviotas del anochecer reflejadas en su sentimiento- y he comenzado a pensar en tí… recordándote al trasluz del ventanal mientra simpartes teorías sobre el arte griego de la belleza; viendo tu escultura corporal entrando en mi primera conciencia; admirando el rojo carmín de unos labios que pronuncian palabras huidizas; acariciando el abismal anhelo de las inciertas sinfonías… primer amor blanco reflejado en las pupilas mientras tú recorres el espacio de todo el aula escolar y trasluces los pechos plenos de armonía que me invaden de dichosa calma y profundo desasosiego…
Después, atorbellinado en el humo de un cigarrillo encendido solamente para seguir perviviendo en las ilusiones del amor, con las aúreas claridades de un sentimiento de marfil, como brisa pasajera de la pasión generosa y semejándome a un vaporoso corazón esponjándose en la fantasía de tu compañía, me he limitado a escuchar la tarde esperando tu llegada, Liliana, para darte el beso amoroso de la bienvenida…
Soy un quinceañero. Cierro mi diario azul y me pongo a soñar mientras esperanzas innarrables se esparcen bajo el cielo de las rimas solitarias y su etern acompañía me hace subir a los sueños de los despertares con sonrisas… porque la vida está cosida de recuerdos y el acordeón de las expresiones me recupera los pensamientos que se estrujan en mi alma mientras siento todo el barrio del atarder y pienso decididamente que esta noche voy a llamar a mi amigo iraní para darle el saludo de la concordia.