No preguntar nada me salva
de la pregunta final moneda fría;
de presentirla ahora ya no estaría
en esta hora álgida del alba.
¿En dónde reposa toda la calma
del tormento vencido cada día?.
De preguntar algo más ya viviría
en medio de la ausencia de mi alma.
Dulce momento no pensado
con el cuerpo proclive a lo reposado
sobre este camino de mi sangre.
Estrecho el día ya pausado
que sin preguntárselo he besado
en el límite exacto de mi hambre.
Huyes de las preguntas y consecuentemente de las temidas repuestas. A veces el pensamiento es el peor dolor posible, y sólo nos queda la ausencia, consentida o no. Sigues ensanchando caminos, compañero. En medio de ellos nos leeremos. Salud.
La incertidumbre tiene a veces una doble vertiente: puede ser un infierno o puede mantenernos en una saludable ignorancia. La elección no creo que nos corresponda.