Al otro lado del Internet

“¿Saber es conocer?. No te conozco y supe. Saber es alentar con los ojos abiertos. ¿Dudar…?. Quien duda existe. Sólo morir es ciencia”. Éste es el párrafo final del poema de Vicente Aleixandre titulado “Sin Fe”… y yo pienso en el párrafo, que he subrayado con un bolígrafo de mtinta roja, y me pongo a deducir sentires.

Existes y no te conozco físicamente pero te siento existente al otro lado de este hilo conductor del Internet. ¿Cómo0 es posible saber que existes si no te conozco físicamente y nunca llegaré a conocerte?. Alentando. Alentando el pensamiento vivo de un mirar más allá de lo que vemos. ¿Quién me dice a mí que existe Praga si nunca la he visto con mis ojos?. Me lo dicen los ojos abiertos de las dudas. Y, como dice el parrafo de aleixandre, la duda existe, luego existe Praga.

Lo mismo me pasa contigo, compañero o compañera de cualquier edad que estás al otro lado del hilo del Internet. Existes porque te acercas al teclado y escribes un sentimieno lleno de espíritu. No importa lo que estás escribiendo en este momento, ni el tema que estás tratando, ni el género literario que estás usando, ni tan siquiera importa el tono feliz o triste en que lo estás escribiendo. Lo que verdaderamente importa es que, seguramente, tú y yo estamos eswcribiendo ahora, en este mismo momento, en este mismo instante, la misma frase que puede ser, por ejemplo, “te acercas y en mis ojos abiertso estás tú”.

No te preocupes si no es la misma frase exactamente. No te preocupes si estás escribiendo ahora algo así como “sentados sin mirarnos nuestros ojos se apartan de la luz”. No importa. Estamos escribiendo de forma igual, exactamente igual, porque en el fondo de toda comunicación humana hay un símbolo inequívoco: la semejanza del ser humano. Y tú y yo somos semejantes.

Ahora se me antoja subrayar, con mi bolígrafo de tinta roja, otra frase de Vicente aleixandre. Es el título de uno de sus poemas. Es el siguiente: “El poeta se acuerda de su vida”. Y estoy seguro de que tú, hombre o mujer de cualquier edad que estás escribiendo ahora al otro lado del Internet, te estás acordando de tu vida como yo me acuerdo de la mía. ¿Y te das cuenta de que nuestras vidas son las mismas pero enfocadas desde ángulos y perspectivas diferentes?.

No importa ni el ángulo ni la perspectiva desde donde estamos observando nuestras vidas, compañero o compañera, porque la verdad, la intrínseca verdad de nosotros dos, es que tenemos la misma vida. Como dijo Hamlet: “Vivir, dormir, morir: soñar acaso”.

Profundamente nuestras vidas se acercan y ahora, en este momento en que sin conocernos físicamente (y probablemente no nos conoceremos físicamente nunca) nos estamos conociendo profundamente. Porque ¿qué es conocerse en realidad?. ¿Verse?. No. Verse es sólo una apariencia. Conocerse es sentirse. y tú y yo nos estamos sintiendo mientras, posiblemente, estemos ahora mismo, en este mismo momento, escribiendo la misma palabra que puede ser, por ejemplo, “sensación”… o el mismo verbo que puede ser, por ejemplo, “existir”.

Tampoco importa si yo estoy escribiendo “muchos son los pasos andados por los humanos” y tú, sin embargo, estés escribiendo “la seda cruje diminuta”. No importa. El caso es que estamos escribiendo idénticas ideas universales.

Recuerdo un día de mis años escolares en que mi querido profesor Don Florencio Lucas Rojo, en el humilde colegio madrileño donde yo estudiaba (Lope de Rueda era su nombre) nos mandó escribir una redacción con el tema de “El ser humano”. Don Florencio iba de mesa en mesa observando lo que escribíamos cada uno de sus alumnos. Al final se detuvo junto a mi mesa y observó la última frase que yop había escrito en mi hoja. Tomó la hoja con sus manos y leyó para sí mismo. Después me miró a los ojos directamente y m,e dijo solamente… “Diesel”… y me acarició la cabeza.

No me llamó por mi nombre de pila ni por mi apellido (cosa ésta última quie era la norma general en aquel colegio) sino que me dijo Diesel que es como me llaman los amigos y las amigas en la intimidad. Y entonces supe que Don Florencio era mi amigo.

Después tomó de nuevo mi hoja escrita y leyó el párrafo final en voz alta para que la escuchasen mis compañeros. Esa frase decía así: “En verdad os digo que todos somos compatriotas de un pequeño rincón llamado Universo”. me pidió la redacción y se la quedó para siempre.

En verdad te digo a ti. hombre o mujer de cualquier edad que estás ahora mismo escribiendo al otro lado del Internet, que existen muchísimas millones de posibilidades de que ni tú ni yo seamos un día Premio Nobel de Literatura (al menos en mi caso) pero también en verdad te digo que tú y yo somos más, mucho más, que cualquier Premio Nobel de Literatura; porque escribimos con el latir de nuestros corazones al compás del ritmo de nuestros sentimientos. Y eso vale más que cualquier Premio.

No me importa saber quien eres, no me importa saber sí eres hom bre o mujer ni qué edad tienes, no me importa cómo eres físicamente; tampoco me importa cuales son tus creencia o no creencias, ni tu raza, ni el color de tu piel o tu cabello, ni tan siquiera el color de tus ojos; igualmente no me importa la patria donde naciste o la patria donde estás vioviendo ahora… porque sólo me importa decirte que te quiero seas quien seas, seas como seas físicamente, sean cuales sean tus pensamientos y tus ideas… sólo sé que te quiero porque estás escribiendo al otro lado del Internet.

Nunca he odiado, ni odio ni odiaré jamás a ningún ser humano… aunque existan seres humanos que prefieren odiar antes que amar. e incluso pudiera ser que alguien que lea este texto-mensaje me odie por ello, o me insulte, o se burle, o simplememnte diga que este texto-mensaje es solo un simple “pasteleo” pésimamente escrito. No me importa en absoluto. Para nada. Lo que te quiero decir a ti, hombre o mujer de cualquier edad que estás escribiendo al otro lado del Internet, es que sigas adelante. Escribe. No lo dejes. Tienes conseguida la entera libertad de expresión para edncontrate a ti mismo o a ti misma detrás de las palabras que escribes.

Permíteme que termine este escrito volviendo a subrayar con la tinta roja de m i bolígrafo una nueva frase de Vicente Aleixandre. Es la siguiente: “Nació y no supo. Respondió y no ha hablado”. ¿Por qué la subrayo y la escribo aquí como colofón a este humilde texto-mensaje?. Para darle la vuelta por completo y decirte que tú naciste y sabes para qué naciste porque hablas desde el otro lado del Internet y yo te escucho y yo te siento.

No es el final de nuestras vidas una copa vacía o vana. El final de nuestras vidas es un inmenso mar de palabras escritas con la dignidad de quienes se sienten seres humanos vivos. Por eso la muerte no es, en realidad, un final.

2 comentarios sobre “Al otro lado del Internet”

  1. Gracias por estas palabras diesel, muchísimas gracias.En realidad nadie me conoce mejor que vosotros amigos vorémicos y de nadie he aprendido tanto.Un abrazo querido compatriota de este pequeño rincón llamado Universo y sigue acercándote a nuestras almas con esos bellos escritos que solo la pluma de diesel puede conseguir.

  2. Nos conocemos, nos sentimos , nos queremos, nos preocupamos, nos sentimos muy unidos a los que están alaotro lado de la pantalla , tanto que sufrims y reimos con ellos.
    Un beso , nunca me había alegrado tanto de encontrar las personas tan maravillosas que aquí he conocido

Deja una respuesta