Irene ya habia terminado la bufanda a su primo Bernardo. Se levantó con la intención de prepararse un infusión…
Un chorro de agua coloreada de hierbas y aromas campestres fue a parar al fondo de un tazón; en aquella profundidad habia a la espera, una paciente cuchara que aguantaba descuidadamente una recièn llegada porción de miel;llegada de donde los bosques cantan a los arboles, con la ayuda de hojas que le bailan a los vientos.¡ Allí se encontraron…!
De pronto llegó al sitio de los hechos, un remolino más o menos furioso; el agua y la miel iniciaron una danza circular, solo cuando se fusionaron en un único elemento, el remolino comenzó a perder fuerza.
El tazón empezó a ascender… En aquel preciso momento suena la puerta que da nombre a la casa. El tazón vuelve a quedar quieto sobre la mesa que lo acogía sin rechistar, aquello se mantuvo unos minutos…

Mientras tanto aquella infusión fue a parar a las entrañas del gato de la vecina, que saltó a la mesa, y allí subido bebía.

Abajo se oian voces que intercambiaban palabras y preguntas de asuntos vecinales. Alguien se quejaba de algo relacionado con un animal extraviado o que se habia escapado…

¡La puerta se abrió! Irene y el gato se miraron con interés y curiosidad. Una voz
exclamó: “¡Fatima, tu gato se ha bebido mi infusión, tiene un morro que se lo pisa!
(…)

Dos horas mas tarde Fatima estaba sentada en la mecedora del comedor de su casa, acariciaba con afecto a su gato travieso. Y mirando a su novio, que estaba sentado en la vieja pero conservada mesa del abuelo, dijo esto:
“¡Bernardo Cariño! ¿Has acabado de escribir ese cuento sobre un gato que bebe infusiones de Zahareña? ¡Que por cierto, vaya títulos que pones a tus historias!
Bernardo se levantó… y la besó con cariño, diciendo: ¡Voy a charlar un rato con mi prima. Hasta Luego.

Fin