Era una noche oscura y tranquila. Las luces de las farolas apenas disipaban la neblina de la helada. La hierba, medio escarchada, daba paso a un sinfín de insectos que salían de sus madrigueras a recoger su alimento. Los coches parecían tiritar, como tiembla un niño, en las sombras que se dibujaban tenuemente en las aceras de los callejones. Las casas se alzaban majestuosas hasta el cielo pareciendo árboles robustos en busca de oxigeno puro.
El día anterior, el clima había sido el mismo. Pero esa noche resultaba mágica. Era la noche de las sombras; donde cualquier sueño de los hombres era transformado en sombras chinescas que recorrían las calles en forma de un carnaval viviente.
Había desde elefantes hasta dragones de fuego, personajes de otros mundos, ordenadores superinteligentes, seres queridos ya fallecidos, carruseles de golosinas, muñecos de galletas, piscinas gigantes…
Y así, todo lo que el hombre imaginaba, porque en esa noche los dos mundos se unieron, y por unas horas los sueños se fundieron con el presente y, el futuro, con el pasado.
Esto pasó para que ningún hombre olvidara jamás la belleza de lo inimaginable, de la fantasía, de la tolerancia y de la fe en otras personas.
Los sueños no pertenecen solo a los niños, anímate a soñar.
Me animo a soñar ya que es gratis y no produce adicción.
Buen texto amigo Voremista.
Un saludo
Pobres los que han perdido la capacidad de soñar, lo único que nos hace divinos: el poder crear nuevas realidades y sentirlas.Que bello es soñar! Y que bello texto.Un abrazo