La desligada luna se ha fundido en mi memoria y ensueño una materia pensando que existe en lo que veo como perfiles de luz asediada por los clamores de unas voces que me llaman despacio, muy despacio, con un canto de ardor a lo largo de lo que no sé cómo se llama.
Huye la cabellera larga de un cometa que corre por el cielo dejando un surco de fulgores, y crecen las sombras alargadas de los pìnos. Es una noche casi perfecta vivida junto a la bóveda de esta primavera con reflejos que se hunden en la existencia.
Y mi mano se mueve hacia esa materia de espuma callada que es sólo silencio inacabado. Mis ojos callan mientras reconocen el crepúsculo y se consumen los límites imposibles del cosmos. La vida, allá impresa, es como una ola que rueda sobre el mundo.
Mañana estaré hablando con el pensamiento de todo lo distinto que observo ahora, en este ser raudo que nadie ve y que me llena de luz la memoria hacia el viento callado. En el éter se oyen sus verdades lentas aquí, en este espacio, donde el vaho se refleja en el espejo de la niebla. Arriba, en la noche tendida, también duermen las aves del recuerdo. Y llueve un beso húmedo que, mojando mi memoria, me trae palabras vivas que son como rayos trazados por el pincel de un artista refugiado en la luminosa aura.
Profunda. Todo es una profunda nocturnidad que brilla plateada y que sabe escuchar. Y la noche cruza por el cielo alto y no hay otra verdad que estar, aquí, sonámbulo, en donde los pasos andados en silencio son una lenta senda que cruje, diminuta, entre la rosaleda preñada de flores nuevas.
Y la paz te rodea en ese bello escenario con la luna como compañera.
Un abrazo