En numerosas ocasiones lo tenía claro: su sentido sobre la vida era cada vez más débil. La única salida, por tanto, era suicidarse. La potencia espiritual de su ánimo estaba ya bordeando la locura. Cada vez era mayor la ignominia a la que le estaban sometiendo los demás. Su alma estaba quebrantada. Se hundía entre las sensaciones del odio y la venganza. Todos le habían apartado el saludo cuando confesó públicamente que era homosexual. Ahora él, sl señor Víctor Krankl era una mínima expresión humana y la fugacidad de la vida era la que le incitaba a suicidarse. Germinal era su odio y venganza hacia su expareja Nicolás Helzer que se acababa de casar con una bella mujer.
El proyecto del suicidio cada vez lo elaboraba más y más. Por otro lado, su cerebro era ahora una obscuriodad completa. ¿Qué solución quedaba?.¿El suicidio¿. !El suicidio solicionaría todo!.
– ¿Porqué tuve que sobrevivir al exterminio de los nazis?. ¿Por qué no confesé en aquel momento que yo era homosexual?. No tendría que haber vivido en el infierno nunca más. ¿Y la conferencia que me habían prometido los de la Sociedad de Autores Libres?. ¿Por qué me la han aplazado indefinidamente cuando ya esta preparada para hoy?.
Entonces, en un momento de desesperación apretó el gatillo de la pistola y quedó, inmediatamente, desplomado en el suelo y mortalmentre herido.
Entonces fue cuando oyó la voz.
– !Víctor!. !Abre Víctor!. !Tengo buenas noticas para usted Señor Krankl!. Soy el Señor Gunther Boch, secretario de la Sociedad de Autores Libres y vengo a decirle que su conferencia ha sido admitida. Mañana a las 10 de la noche tendrá usted la oportunidad de dirigirse al mundo a través de la televisión.
Se dio cuenta, demasiado tarde, de que el suicidio no había solucionado nada. Que era un absurdo. Que no había servido ni para él ni para nadie… porque no era ninguna solución…
– No. No puedo morir ahora. Tengo que pronunciar esa conferencia…
Pero era demasiado tarde.
Dio un último suspiro de vida.
Y murió.