Las brillantes luces de esta noche me dicen que no debo estar cansado del combate y en estas lides de afiladas brumas hallo un significativo pausar de velas blancas sobre el mar. Estoy aquí, tocando el agua de todas tus sonrisas, alejado de la pena y suavizando un poco la existencia para no sentirme agobiado de tanta crisis. Abro los ojos y te veo llamándome a la bahía que se ha convertido ahora, por designios del tiempo y la distancia, en una rada de raudas sensaciones: “… Y se divirtió ampliamente la princesa; sonrió a las gracias del saltimbanqui y se emocionó con los juegos del malabar… pero cuando más gozó fue en el baile de la mascarada donde, disfrazada de coloquios embaucadores, se sintió feliz ocultando a todos sus comparsas la verdadera identidad de sus misterios…”.