Deja caer tu rostro entre mis manos
como plenitud de dorada flor en el camino
y que sobre el viento la corriente enhiesta
de tus pupilas me sirvan de esperanza;
que del lugar oculto en los celajes
fluya el rumor del deseo como alondra
y las múltiples violetas de la aurora
sean presencias de corazón a corazón.
Deja que la verdad de tu misterio vertical
sea tu cuerpo entre mis caricias húmedas
de luces doradas por el libre sueño
y de almas de ribera unidas en la costa.
Deja que la distancia de nuestras esencias
se acorten hasta llegar a lo inexistente
y que el revuelo del céfiro y las olas
nos hundan en la blanda espuma de la vida.
Deja que tu verso me entre por las venas
como fuente de amanecer con lluvia
y yo haré que mi piel sea el templo
donde tú te ilumines de hondo sentimiento;
que las distancias sólo sean una idea
ocupada por el zen de las palabras
y la belleza del fuego y de la tierra
nos una en un mundo hecho de infinitos.