El sonido de tambores lejanos y los atardeceres de fuego en las playas desiertas mientras crujen los velámenes de los barcos en mitad de la tormenta marinera, son especie de cantos nocturnos expandidos por las tribus que habitan en la mitad de la selva. Aventura. La vida se nos puede convertir en aventura saltando entre los acordes de un sentimiento soñado que nos hace desear las libertades y perdernos en las épocas del tiempo.
Incluso podemos llegar al Lejano Oeste como si fuera un viaje de mil noches o convertirnos en imágenes del Oriente de Sherezade en busca del cuento perfecto. Míticos momentos fabulosos que nunca desaparecen de nuestras fantasías.
Mundos fascinantes de burbujas donde entramos para recrearnos en el borde artístico de nuestras mente. Poesia hecha aventuras metafóricas pero literales. Y vamos y nos vaciamos de los realismos para perdernos en lejanas montañas o profundos mares a través de viajes ubicados en nuestros cuerpos invisibles. Sentimientos y pensamientos se hacen, entonces, fantasía.
Y con ellas podemos imaginar futuros más cercanos que las guerras de las galaxias; planteándonos dudas y ansiedades en el espacio exterior, con naves intergalácticas, planetas alucinantes, estaciones espaciales abandonadas por civilizaciones ya extinguidas. Ficción. Fantasía. Mito para guarecernos de la fría realidad. Y la brújula nos descontrola el ritmo y somos un cuento por contar…