Sobre la mesa reposa una carta que se enreda entre mis dedos y lejos, bastante lejos, la campana de la torre anuncia las 10,30 de la mañana. Abandonar el sueño no es mi costumbre pero dejo la carta nuevamente sobre la mesa, me levanto, me dirijo hacia la ventana y observo al árbol en medio del camino de los hombres. Es extraño este ver crecer al árbol…
No es sólo el ambiguo cristal de la ventana lo que hace que la calle se vea como deslavada sino, también, el corazón latiendo dentro de su caja de resonancias. Es como un delfín interminable que sólo desea jugar y jugar más con esta existencia de laberinto y rosa de cobre…
Antiguo oficio éste de escribir las primeras impresiones del día en un diario personal. Como un fulgor encendido entre los dedos que sujetan las palabras que existen en toda nuestra geografía humana. ¿Qué experiencia habrá en este nuevo día?. Sólo sé que para descubrirlo voy a salir hasta encontrarla…
Haces de tu día a día una verdadera historia digna de estar en un libro.
Sabes lo que me gusta leerte, no dejes nunca de plasmar tus pensamientos, aprendo mucho de ellos.
Mil gracias por estar ahí siempre.