La mente es de cualquier ser humano, hombre y mujer, y su legitimización natural se basa en la propia natualeza humana. La mujer que practica su autestioma se debe a sus saberes mentales y a su capacidad de irradiar ideas.
La mente no tiene sexo y en la antiguedad griega ya existían un numeroso grupo de fiilósofas a las que se las lcas dejaba en el anonimato.
En la Edad Media el Catolicismo persiguió profundamente a Las Preciosas y varios hombres fueron aniquilados por la Inquisición al defenderlas y publicar sus ideas.
Fue durante el Racionalimso y la Ilustracióm cuando aparecieron las primeras filósofas con nombre propio femenino en los libros del pensamiento (sobre todo cuando las defendió Max Weber).
El carsseianismo, contemporáneo de las primeras grandes filósofas femeninas, luhó a favor de éstas y fue una de las bases del Feminismo. El prejuicio ancestral de que la mujer era intelectualemnte inferior al hombre dejó, por lo tanto de existor. Y en 1973 Poullain de la Barre terminó “De la igualdad de nuestras mentes”.
La legitimización del pensamiento femenino equivalente e igualitario con el masculino es, ya en el siglo XXI, algo totalmente incontestable pero exite desde que el hombre y la mujer viven en la Tierra. Porque la mente no tiene sexo.