Una llamada. ¿Cuándo llegas a casa? No tardaré mucho. Te espero levantada. Una llave se introduce sigilosamente en la cerradura y al abrir la puerta, voces de un programa cualquiera de televisión. Al fondo del pasillo, una figura frágil y esbelta aparece discretamente bajo el umbral del salón. La palma de la mano sobre el marco de la puerta y una mejilla sobre el dorso de la mano. Un rostro angelical y una mirada que dice: Te he echado de menos. Pasos al frente y dos cuerpos que se funden en un abrazo. Ojos cerrados y el aire se viste de sentimiento. Un ligero movimiento de cabeza que se acomoda en un hombro. Diez palabras, cinco verbos, una religión. TE QUIERO, TE AMO, TE NECESITO, TE ADORO, TE DESEO. ¿Cómo te ha ido el día? Bien (aunque haya sido horrible). No hay lugar para maldades. Te he preparado la cenita. Sólo si tú me acompañas.
¿Qué has preparado, cariño? Ensalada de besos aliñada con mimitos y caricias. ¡Una cena estupenda, mi amor! ¿Vemos una peli? Ya que te he preparado la cenita me harás un masajito en los pies ¿no? ¡Claro que sí, mi vida! Efecto contrario. El masajista se queda dormido masajeando los pies de la masajeada. ¿Nos vamos a la camita? Una película que no llega a su fin. En el territorio de la intimidad, un sueño de abrazos y una vida de felicidad. Pasado que no volverá. Presente infernal. ¿Futuro? Abrir la puerta del ¿hogar? Silencio y oscuridad. Espera el vacio y la soledad. ¿Al fondo del pasillo? Un escalofrío de terror. ¿Qué hay de cena? Tabaco y alcohol. No hay preguntas. No hay respuestas. Sólo pensamientos y sufrimiento. Todas las películas llegan a su final. Noches sin sueño. Días sin fin. Sueños de esperanza. Realidades desesperanzadas. Triunfador de fracasos. Decepción de corazones abiertos y amantes. Corazón sin brújula. Manual del tropiezo infinito. Autoestima subterránea. Preso del querer y no poder. Carcelero del poder y no querer. Penitente en la cofradía de la utopía. Trovador de fantasías. Ejemplo de tristezas. Ansiedad de alegrías.