Las viejas calles de la capital están llenas de paletos que vienen y van mientras las flores de los extrarrradios los saludan inclinando sus coloristas cabezas ante el paso de ellos. Son paletos. Si. Paletos que trabajan como peones de albañil en las viviendas de Vallecas City, y en los solares de Moratalaz… y son también humildes carboneros que vinieron de las Asturias patrias queridas. Son paletos. Si. Manchegos que llegan con sus tarros de miel de abeja y los graciosos borriquillos llenos de cerámica.
Una banda toda en un oscuro bar de húmedas paredes esperando a que alguna vez les cambiará la suerte. Al lado de ellos, muy cerca de ellos, en un local mucho mas “chic” otro grupo toca todos los paletos fuera de Madrid y suenan sus carcajadas mientras los del oscuro bar cantan que los bancos no les dan ningún crédito ni tan siquiera la del estanco les presta ni un real. Ellos son paletos que llegaron a Madrid y ahora en su oscuro bar esperan que un día les cambie la suerte.
Los del Séptimo Sello están brindando con bourbon…