En tu lecho dejé un clavel con una tarjeta escrita. La escritura es mi alma compuesta con verbos libres. El clavel se me antoja que es una muestra del Arte… y en medio del clavel y la tarjeta te ha dejado un beso envuelto en el sudor de la tarde. Beso húmedo. Beso franco. Beso del trabajar sin descanso contando las estrellitas del mar mientras faeno en la barca junto a la costa brava. Bravo el mar. Brava la barca. Bravo es estar viviendo así… con la puerta del alma abierta a los colores de tus pinceles con los que has dibujado una luna creciente que se enciende… que se enciende cuando ya la negrura nocturna despierta a los búhos y a los grillos del campo. A un costado de la barca tengo pintada una sirena… y en el centro, junto a mi… un duende misterioso duerme…
En tu lecho dejé un clavel mientras me fuí al mundo de los sueños… y el cráneo de un muerto viviente cruje su dentadura como intentando convertirse en piraña. ¿Piraña? Pregunta Dios. Sí. Piraña que busca a la Gaviota…
Y una tormenta de rayos hunde al mar. Hunde a la sirena. Hunde a la piraña y solo me quedo yo con mi barca en la playa y la gaviota volando para posarse sobre mi vela…
Es de noche. Todo está en calma, cuando la calavera viviente muere enfangada en las algas fagocitosas de la playa. !Déjalo Gaviota!. No lo vayas a picar. Que muerto está tan solo por quererte conquistar.