Estoy junto al poeta, en el hondo llamado al hermano para mirar sobre sí mismo, lejos de todo egoísmo y ambición, buscando ese ser superior que está dentro de todos los hombres y mujeres, preguntando sobre el destino a partir de lo que creemos ser con toda la grandeza del alma, unívocos y certeros dentro de esta angustia que es el presente lleno de interrogaciones y vacío.
Estoy junto al poeta, con ese nudo en la garganta que aprieta los anhelos , evitando el tedio cotidiano y la lobreguez del entorno con gritos libres, de plena libertad, de amplia libertad, de ubérrima libertad que la montaña traga imponente para hacerla gigante prclama a la vez que tan pequeño susurro como el hálito de un suspiro… pero un suspiro liberador que atruene todas las conciencias y las haga volver su mirada hacia el interior de los sentidos.
Estoy junto al poeta, atravesado de ecos y de agujas musicales y místicas luciérnagas alumbrando los espacios en un desliz de fugaces ilusiones; pronunciando palabras y emociones que serían fatuas si no surgiesen del alma de la especie humana y sólo se cociesen en la amargura y el llanto.
Estoy junto al poeta, para cantar que en nuestras manos debe brillar el amor, la ternura y la esperanza. Un amor verdadero, una ternura real y una esperanza invariable que frenen, por fin, esta cruenta existencia y la transformen en un lugar equilibrado donde la justicia y la equidad nos haga a todos realmente hermanos.