A veces duelen las palabras… a veces hieren las palabras… a veces matan las palabras… pero a veces las palabras te hacen vivir y eternizar tu alegría. A veces las palabras se las lleva el viento y quedan escondias en las memorias de las gentes… pero a veces las palabras resurgen de las sombras y llenan de luz la mente de las personas. A veces las palabras son sólo sonidos nada más… pero a veces las palabras son mucho más que simples sonidos. Y entonces son mensajes que atormentan las conciencias y hacen sufrir a los corazones. A veces las palabra hieren o matan… pero también a veces las palabras sirven para curar la enfermedad de la envidia.
Cuando las palabras son más fuertes que el viento es cuando sus ecos llegan a los hemisferios más lejanos posibles. Y es entonces cuando las palabras pasan, de boca a boca, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad… de persona en persona… contadas a la luz de las madrugadas cuando los desvelados y las desveladas dejan pasar las horas lentas del reloj contando historias de miedo o simples cuentos nada más.
Las palabras, a veces, sirven para emocionarnos y temblar por su firme expresión espontánea. Otra veces las palabras, en esas madrugadas de desvelos, sirven (mientras el resto duerme) para que algunos seres (hombres y mujeres) tomen conciencia y se les ilumine el misterio de las mágicas metáforas y los misteriosos verbos que contienen. ¿De dónde provienen esas palabras especiales de las madrugadas donde el insomnio se combate contra el aburrimiento?. Provienen de un espíritu lejano que se enrosca con el viento y se desparrama sembrando verbos de amor…
Yo no solo me quedo con esas palabras que dices tú sino que me duermos dentro de ellas con gran facilidad…
Me quedo con esas palabras que llegan en las madrugadas.
No quiero las que duelen, las que dañan, las que dicen las gentes que tienen malasaña.
Un abrazo amigo Diesel.