Los mil jardines del grande abrazo
que de amantes nos cobijan ampliamente
me llenan de límpida simiente
que engendran en mi alma ya su trazo.
La madeja del tiempo es el brazo
asido al corazón vivo y caliente
y sé que me cuerpo entonces siente
la caña brava reírse en el ribazo.
Toda la vida suena incandescente
en esta noche plácida y silente
en que escribo la idea en tu regazo.
Y mi espíritu se duerme sonriente
en este espacio nítido y valiente
convertido por ti en cálido cedazo.