Son la nueva armada invencible no por su espíritu bélico o porque quieran hacer la guerra a nadie; lo único que quieren es hacer la digestión. Una armada invencible que, como ha dicho Saramago, no puede ser impedida ni poniendo alambradas en el mar.
No vienen armados hasta los dientes sino que quieren dar a éstos su cometido natural: comer. ¿Quién frena a los estómagos vacíos de mauritanos y senegaleses que se mueren puñado a puñado de hambre?. Sus barcos no son ya las antiguamente famosas pateras. Ahoran se llaman cayucos. Pero la tripulación sigue siendo la misma: hombres, mujeres y niños hambrientos que buscan ansiosamente unas migajas para acabar con su inanición.
Las Islas Afortunadas son ahora mismos las Islas Desbordadas. 15.000 hambrientos del subsahariano mortífero paisaje africano han sido atendidos por la generosidad y la piadosa misericordia de las gentes canarias. Son hombres, mujeres y niños que, a diario, desde la playa de Naudibú se amontonan en cayucos y se lanzan a la aventura de buscar comida. Vienen no afilando los cuchillos sino afilando las cucharas. Sólo dándoles de comer en sus tierras de origen se pude evitar que se lancen al tenebroso viaje de la búsqueda milagrosa.