Se va quebrando el sol
sereno y dócil
aprendiz de guerrero
sin batalla.
Las hojas amarillas
desesperan de sed
mientras mudan las sombras
traviesas por las tejas.
Asoma su ritual
de empedernidos rastros
con bizarro desaire
ante el perfume
de algún cáliz en flor.
Como una limadura
que se hunde
en espiral
por las hendijas
murmullos
de pichones ciegos
juegan a ser cigüeñas.
Y cuando todo es humo
cuando quema el vacío
en su comparsa frágil
se lame el corazón
hasta dar lustre
al aro de gitana
que se prende
en el lóbulo oscuro
de sus horas.
© Silsh
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