Cansados de tanta parafernalia infernal, arrojamos las plumas de faisán de los escritores de la intelectualidad marxiana (que escriben a lo tuntún) y, bolígrafo en ristre, publicamos que el ateísmo es un ismo tan desesperadamente plúmífero (y plomífero por cierto) que dan ganas de pasarse a la Reserva con tal de no jugar en el mismo bando que ellos. De ahí que a la hora de tirar a puerta nuestros disparos vayan en la dirección diametralmente opuesta a la de los marxianos marcusianos y otros anos…
(como los bergsonianos)… que tan estridentes metáforas mortales han escrito sobre sus propias tumbas. Y es que tumbados a la sombra de los cipreses son ya sus cadáveres pasto de bóvidos rumiantes que avalizan lo que Jesucristo predicó en su día: “!Dirán tantas imbecilidades sobre mi persona que hasta negarán que hice, hago y haré milagros!”. !Ay, Díos mio!… Gracias te doy por haberme alejado de tanto ateo de las teorías necrológicas que llagan a teorizar que lo verdaderamente pragmático de su ideología es ni más ni menos que construir un Estado fortísimo para destruirlo y dejar todo patas arriba y sin concierto. !Y hay quien dice que los ateos son intelectuales de la sabiduría!. De risa. De risa si no fuese por lo tétrico que es contemplar las osamentas de sus cadáveres calcinadas bajo el Sol que tan brillantemente creó Dios.