Mí amado Gabriel:
Ya he visto crecer tres veces las amapolas en nuestros jardines y todavía no has regresado. Nunca pensé que tan bellas flores pudieran recordarme con su presencia el tiempo que nos mantiene alejados. Pero solo lo hace físicamente, como bien sabes, porque aún estás presente en mi corazón.
Cada día, después de recoger la casa, como tu buena esposa que soy, me siento en el jardín, frente a los niños para verles jugar mientras te escribo cartas a ratos. Hace un año que no te las mando porque sé que no te llegan pero no puedo dejar de escribirlas. ¡Necesito hacerlo! Es lo único que me mantiene cerca de ti.