Tengo la sangre de un niño
tatuada en la piel, la
lágrima ingrata
no me deja
ver.
Mis manos hoy son jóvenes,
bellas, para mi, para otros,
quizás no, pero jóvenes.
Algún día cambiarán,
comenzarán a cerrarse,
mis uñas se engrosarán,
la vejez querrá
asomarse.
Óbito incongruente
pertinaz raíz
enamorada de la orbe
en remojo.
Y estas letras
que tratan de ser…
Recónditos caminos
hilados por el ovillo
confuso
de la savia.
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