Deambulaba aburrida por la gran ciudad. Con su andar triste y pausado se sentía perdida en el frío cemento de las calles. Las puertas de un negocio se abrían invitadoras. Decidió entrar y pedir un café.
..Y pasaron las horas… Se sintió bien en el cálido ambiente y en la compañía de otros seres anónimos
…Y pasaron las horas y los días… El mozo la esperaba. Intrigado en un comienzo, ahora sentía la tristeza que emanaba de la dama y deseaba ayudarla. Nada le preguntaba, solícito se limitaba a atenderla. Se había prendado de su encanto triste y tan solo deseaba que le regalara una sonrisa.
…y pasaron las horas y los días… Con la llegada del otoño ella llegaba temprano al cafecito matinal. Observaba las idas y venidas de ese joven que atendía las mesas. El presentía sus miradas las que le parecían amorosas caricias descendiendo por sobre sus espaldas.Sigue Leyendo...
Portal Literario Independiente
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies