Es tarde para lamentarse, Elisa. Te avisé… Tú también debías vacunarte. Es cierto que había pocas posibilidades, pero las suficientes para que te contagiaras… Admito que nunca pensé que podías llegar a esta situación. Tú, la inmune a cualquier enfermedad, la enfermera de todo soñador… Y no me hiciste caso. Poco a poco, silenciosamente, el virus penetró en tu cuerpo. Dejaste que cada una de tus células se emborrachara de pequeñas partículas malignas. La embriaguez te cautivó, te hizo sentirte viva… Pero los síntomas no te gustaban: frío – tibio – caliente – ardiendo… congelado. Y llegaste al éxtasis… dicen que las cosas más reales sólo suceden en la imaginación… Estados febriles, sueños que permitían volar acompañados de noches que prohibían soñar. Sigue Leyendo...
El miedo acorrala,
la vergüenza cierra puertas…
Y se siente marioneta,
marioneta de hilos
guiada por la sociedad,
sociedad inerte, sin sentido
y llena de prejuicios,
sociedad que mata…
y quema sueños
dibujados en miradas,
miradas de enamorada.
Otra vez, tras mi ventana
mis sentidos quieren volar,
oigo el aire y sus susurros,
aquí, cerquita del mar.
El agua y su traqueteo
ola viene, ola se va,
dibujan algo perfecto,
aquí, cerquita del mar.
Siento mi alma vacía
necesito respirar
me estoy ahogando aquí dentro
me da miedo la oscuridad.
Sin embargo, me sumerjo
en este profundo mar
de olas bravas y vacías
aquí nadie escuchará.
Escondo mis sentimientos
por temor al qué dirán
nadie sabe lo que siento
y necesito gritar.
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