BERLIN 1989

1989 Fall die Mauer! Fall die Mauer!

La multidud grita que caiga el muro . Algunos subidos en el antepecho, otros, con cincel y las fuerzas de las manos, arrancando el muro cacho a cacho. Una máquina, derrumba el cemento y los graffiti anárquicos.

Rolf, con la cámara en la mano, saca foto a foto, imágenes de la historia.

Rolf acaba de llegar con el cansancio del viaje en las espaldas, después de muchos años de exilio fuera de Alemania, y todavía le quedan varios días de borrachera de libertad multitudinaria. Cuando anuncian la caida de la vieja RDA, ya dinosáurica.

Cansado, después de muchos días, cubriendo la noticia, para un periódico extranjero, se derrumba en la vieja habitación del hotel, por su ventana, la vista de Alexanderplatz y la Fernsehturm. Coge el teléfono, y duda en marcar los viejos números, que nunca olvidó, siempre quedaron en su memoria.

El teléfono suena, nadie responde.

Duda, vuelve a marcar.

Y nada.

Otra vez, marca, intentando otro número y entonces, una voz del pasado le responde.

– Ja, allo?

– Hallo, Matias?

– Ja?

– Ist Rolf da. Rolf Hesse.

– Rolf, mein Gott!, pensé que estabas muerto.

– No, compañero, ya sabes que me metí en problemas. Que el viejo sistema no estaba contento conmigo y tuve que salir del país la noche a la mañana.

He estado estos años, lejos, en el otro lado del mundo, primero en Sudamérica, luego fui a África y ahora cubro noticias internacionales para un periódico extranjero.

Matias, viejo amigo, la busco a ella. Intenté mantenerme en contacto. Mandé algún mensaje a través de amigos, pero ahora no sé nada de ella.

Anita, ¿sabes algo de ella?

– Rolf, ella está casada.

– Sí, eso ya lo suponía. Son muchos años. Pero dime, ¿dónde puedo encontrarla?

– Hace tiempo que no la veo, ya sabes, con los tiempos que corren, perdimos el contacto. Solo sé que trabajaba en un Buró de traducción, en Prenzlauer Berg, pero ahora, quién sabe.

Rolf anota la dirección y decide probar suerte, camina por las viejas calles grises, toma el metro, el U-bahn, hasta la parada de Eberswalder Strasse, en el barrio de Prenzlauer Berg. Al salir de la boca del metro, le invade una punzada de nostalgia, un estremecimiento, un cierto frío que emana de las aceras húmedas de la ciudad en invierno. Camina por los antiguos laberintos conocidos. Se acerca a la dirección que su amigo Matias le ha proporcionado. Pregunta, a un viejo portero, si es ahí el buró de traducción, si hay alguien trabajando. El viejo gruñe. Hace frío, duda si entrar en el soviético edificio de oficinas.

¡Va! Es inútil, ella se marchó para siempre. Pero, de repente, es Anita, es ella, como hace tanto tiempo, con su boina gris y el abrigo ajustado en la cintura. Y él la espera, como antes, como entonces, en la esquina. La ve acercarse, como siempre, cargada de carpetas y de libros.

– ¡Anita!

Se acerca y la toma por el brazo. ¡Zas! Recibe un duro carpetazo. ¡Zas, zas! Dos buenas patadas en las pantorrillas.

– Joder, Anita, que soy yo, ¡Rolf!

– ¡ Cabrón!, ¡hijo de puta! Ya sé que eres tu, pues los cabrones como tú no cambian.

A duras penas, la arrastra hacia el interior más guarecido de un oscuro café triste y unbrío. Dos tazas de café y varios minutos de silencio airado (siempre tuvo carácter, esta mujer), Rolf intenta explicarle que nunca pretendió dejarla sola, “pero lo hiciste”, que intentó mantener el contacto, “a duras penas”, y que la amaba,

– ¡Venga, Rolf, no me vengas con chorradas!

Estoy casada, gilipollas pretencioso, tengo dos hijos, ¿qué pretendes?¿vienes ahora a rescatarme?

Ya has visto que la revolución terminó, que no existen nunca más las utopías. No vengas ahora a salvarme, pues entonces, no te importó mas que salvar tu puto culo y dejarme atrás sin medir las consecuencias.

Y sin más dilación, toma sus cosas y sale del café. Rolf la sigue. Caminan en silencio por las calles desiertas. Sin rumbo, de pronto , se encuentran en la Kastanienallee 79 , el Morgenrot. Rolf, instintivo, toma el hombro de Anita. “¿Te acuerdas?” Ella hace un mohín con la nariz, pero los ojos brillan. “Si, te acuerdas”.

Ya no están tan alejados, sus brazos se rozan y en un descuido, las manos se enlazan, y siguen caminando.

– Ven conmigo.

– No puedo, Rolf, lo sabes.

– Pasa conmigo esta noche.

En el hotel, sentados en la cama, se observan lentamente. Ella le toca las canas en el pelo. Él, esa fina arruguita en la comisura del labio, tan sensual como siempre, tan cercano.Sus dedos, lentamente, por aquella piel que tanto había besado. Un beso tierno, lento, un beso del pasado. Poco a poco, se despojan de la ropa. Los cuerpos, que son los mismos, han cambiado. Se estudian las cicatrices, las marcas de la vida, se acarician, se recorren los caminos que un día, atrás, ya recorrieron. El calor, la pasión de aquellos años no se olvida.Se aman, se desean, se hacen el amor. Así abrazados, por los años que estuvieron separados.Se gimen, se lloran de alegría, se ríen, se gritan, de nuevo, un lamento de placer o de dolor,

– ¡Rolf, sálvame!.

– ¡Anita, yo te salvo!.

5 comentarios sobre “BERLIN 1989”

  1. !Muy original, amigo Only…!. Logras enmarcar en un marco preciso una aventura que marca a los personajes dentro del contexto histórico concreto. Haces caer el muro para reiniciar el amor ininterrumpido. Y le das un final viable. Te felicito.

  2. Viéndolo con una mirada muy realista, y teniendo en cuenta la problemática general de todo el contenido, posiblemente el final sea un poco azucaradon como señalas, Only… pero teniendo en cuenta la dinámica que va surgiendo a través del desarrollo del contenido, viendo cómo van reaccionando los sentimientos de los persoanjes, me parece a mi que el final es más bien sostenido y viable, con mucho de racionalidad y lógica dentro de la gran carga emocional que se supone habita tanto en él como en ella. No es, observando las lógica del desarrollo, un final azucarado y otro final de carácter trágico rompería abruptamente la línea que va siguiendo la acción de los dos protagonistas. Es un final feliz pero no recargado. Un abrazo, OInlythebestones.

  3. ¡Qué bien descrito! Como dice Diesel, muy original y muy verosímil al mismo tiempo, y qué forma de relatar su momento de pasión, igual yo soy muy azucarada, jajaja, pero creo que se me ha acelerado hasta el corazón, igual he snetido la pasión yo también, jajaja, un abrazo

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